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El libro de las caras

Hola. Hace un poco más de diez años (en 1994) salió una serie de anime (mas específicamente, un OVA) llamado “Key the metal Idol”. La protagonista: una chica robot llamada Key que debe hacer 30,000 amigos para convertirse en humana. Ante tamaño desafío, Key decide hacerse cantante para poder ganar el ansiado estatus humano. No recuerdo que pasó con Key. Si logró obtener esa inverosímil cantidad de amigos y dejó para siempre de habitar un cuerpo frío repleto de tornillos y cables, o si, por lo contrario, fracasó y hasta ahora sigue llamando hermanos y hermanas a los tostadores y las aspiradoras. Como sea, la querida Key lo hubiera tenido mucho más fácil ahora. Hubiera bastado con que se registrara en el libro de las caras -mejor conocido como Facebook- y el camino hacia su meta se hubiera acortado considerablemente.
Yo apenas hace una semana, tras resistirme por mucho tiempo, me metí al librito de las caras. Me tuve que registrar a fin de poder ver un álbum de fotos que me envió un amigo. Y cuando menos me lo esperé ya había hecho mas “amigos” en ocho días que en 29 años de vida. Me han enviado cervezas, boletos para Chabelo, dilatadores anales y discos de Los Bukis (todo virtual claro). Quise evitar a toda costa que se conociera mi identidad secreta pero ya hay fotos mías (de mi carota) ahí. No pude evitar recordar a Key. Y es que aunque conozcas a la gente que se hace tu “amigo” en el libro de las caras, constituyen en realidad un bajísimo porcentaje aquellos(as) con quienes puedes tomarte un café y hablar de tus alegrías y tus penas. Creo que no debieran llamarse “amigos” sino conocidos.
Claro que, si nos ponemos muy puristas con el término “amigo”, el objetivo de Key es abismal, inalcanzable. Le habrían jugado una broma muy cruel. Y la gente en el libro de las caras tiende a comportarse como Key: busca cada vez más y más amigos a quienes conoce casi nada.
Aunque aquí entre nos, ahorita me tiene picada el Facebook.
Cuídense. Bais.