Leí por ahí que las crías de los animales en general son tan monas ( ojones, paso tembleque, pequeñez, encanto, etc. ) para neutralizar la agresividad de los adultos y mejorar sus posibilidades de superviviencia. Esto resultò ser muy cierto ayer cuando estando trabajando en un café de viejitos ( gente de verdad grande, ” de la cuarta edad “, como dice mi abuelo ) en el centro, un local de ésos que parecen pelìcula de Mauricio Garcés. El centro no solo se cae por el cuasi nulo mantenimiento, sino que también se cae de interesante, a pesar del desmadre, la suciedad y el caos. En las cuatro horas que pasé ahí oí mariachi, coros navideños y güiros. En eso estaba cuando una cucaracha se paseó por la mesa, tan campante como la hormiga en la canción del chorrito de Crí-Crí, la ventaja de esta desvergonzada cúcara es que medía dos milímetros ( ¡ un bebé ! ) y su caparazoncito tenía una motita de color naranja pálido: estaba francamente mona, así que la dejé pasar sin más.
Por otro lado no iba a asesinarla sobre una mesa donde mas tarde comería.
Hoy me enteré de que voy a hacer un cuadro de tres metros por uno cincuenta.
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