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Adiós a la Mansión Belga

Hace mas o menos un año escribí aquí un post acerca de mudarse a Bélgica. Mi amiga Michelle y yo nos independizamos y vivimos por un año en este barrio -en este momento de súper moda- llamado Colonia Americana.
Hoy estoy metiendo todas mis cosas en cajas. Mañana me voy de Bélgica. Michelle y yo tomamos caminos separados. Nuestro camino juntas termina hoy como roomies. Pero estoy bien segura de que nos acordaremos de este año dentro de muchas décadas, ya siendo viejecillas, y nos carcajearemos de buen grado, y reviviremos todo dentro de la densidad de nuestros recuerdos. Cuando estemos arrugadas y se nos halla cascado la voz (doy por sentado que ambas tendremos vidas largas) ya habrá muerto Lolo, el gatito de seis meses que adoptamos a finales de mayo y que ahora está ronroneando pegado a mi pierna mientras tecleo esto. Ahorita mismo Mich está en la sala editando fotos. El tráfico pita allá afuera. La vida sigue pasando.
Anoche cené delicioso en la mejor compañía. Quisiera que el tiempo no pasara. A veces.
Aprendí hace casi un año a andar en bici. Babel se va comigo a mi nuevo hogar. Lolo también. Hace un año tenía el corazón roto, haber salido de esta manera de la casa paterna me llevó a cometer una cadena de valiosísimos errores. De todos salí bien librada. Creo que es verdad lo que decía mi mamá: que siempre me veía a través de un agujerito. Alguien debió estarme viendo y cuidando todo este tiempo.
Hoy será mi última noche en la Mansión Belga. Mañana dejará de serlo. Al filo de las 2 pm. El año dos de la independencia empieza en unas horas.

Y pensar que en diciembre me aterraban los días aguardando ser llenados del 2010. Hoy estoy emocionada. Ayer me llamaron dos de mis amigas más cercanas mientras pintaban, fué una conferencia tripartita. Me hizo sentirme feliz.

La vida es de ratitos, dice mi papá. Que este ratito dure mucho.

Pero ya se fué.

Cuídense,

D.