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El mundo tiene cabeza de sombrero

“If you want to get ahead, wear a hat”

-@pandeperro

Este sábado por la nochecilla me dí una vueltita por el camellón de Chapultepec, a lo largo de tres de sus secciones se agolpa gente de toda clase y la nalgueadera es inevitable: sus librarios, artesanos y artistas plásticos atraen a los tapatíos ansiosos de sacudirse de la modorra familiar de fin de semana, o a aquellos que buscan un preámbulo entretenido para una larga noche. También hay música en vivo, los skatos patinan alegremente a lo largo de la avenida, las parejas se besuquean mientras los salpica la brisa húmeda que proviene del agua cochina de las grandes fuentes, los modernitos convierten la calle en su pasarela personal y los bicicleteros (algunos bastante hipsters) ruedan felices sobre el gastado pavimento.

Esa noche me topé con una adorable señora que teje. Teje y teje detrás de su mesa donde tiene infinidad de objetos de estambre. Me enamoré de dos hermosos gorritos. Ya los estrené ambos, hechos a mano por una doñita que bien podría ser mi tía abuela.

Mis nuevos sombreros son como de este tipo. Vayan y localicen el puesto de la señora que como arañita no para de tejer.

Todo esto me puso a pensar acerca de una de mis piezas favoritas de ropa de todos los tiempos: los sombreros. Son unos objetos bellos en realidad. Enmarcan el rostro, acentuándolo. Te hacen un enorme favor si tu pelo se rehúsa a acomodarse por la mañana, te protegen del inclemente creador-de-arrugas sol, y eso sin mencionar que te separan del resto de los mortales al caminar por las calles.

Pero alto, los sombreros, gorritos, boinas y demás adornos para la cabeza definitivamente no son para todos. Si resultas ser un pésimo lucidor (a) sólo terminarás gastanto sin sentido. Hay que ser lo más honestos a la hora de pretender comprar uno: a quienes nunca han tenido uno les aviso que se siente muy raro al principio, andas por ahí cayéndote de glamour pero con el cuello tieso de tortícolis. Toma tiempo habituarse pero vale la pena si te das cuenta de si el sombrero trabajó a tu favor. La gente se dá cuenta. La gente te dice. La gente te puede trollear a tus espaldas. Pero también tira flores. Y si el sombrero no te favoreció puedes regalármelo.

Una chulada los sombreros de los treintas. Y de los veintes..ash...¡viva lo retro!

Yo tengo varios sombreros. Me encantan. Sé que me quedan bien. Creo que el hecho de que conozca poca gente que los sabe llevar se debe mas bien a que pocas amigas los usan. Anímense. Boten esas cosas horrendas que son las cachuchas (¡Guácala!), encasquétense un buen sombrero e ingresen a lo classy y sexy. El resto del guardarropa ya es elección libre.

Si les quedó una duda de cómo se ve lo sexy con clase, aquí están estas imágenes.

Para una rica selección de sombreros visiten esas enormes tiendas departamentales que pululan por la ciudad, esa cuyo nombre comieza por L y termina con Iverpool tiene una sección nutrida y variada. Hay precios de todo. Igual sucede en esa tienda que tiene nombre de castillo de fierrro o algo así. Claro que pueden comenzar por el Camellón de Chapultepec y hacerse de una bella pieza tejida a mano.

¡Vistan a sus cabecitas con algo más que su pelo!

Una última anotación: los Juegos Panamericanos toman la ciudad desde el próximo viernes, el tianguis que les menciono será movido a Av. México durante las tres semanas que dura este evento. Ahí mero donde los domingos es el Trocadero.