«Si no puedo dibujarlo, es que no lo entiendo»
-Albert Einstein
Se me han ido tantas horas de mi vida trazando líneas, dibujando con distintos medios: lápiz, tinta, carbón, acuarela, pastel, mordentes en el metal, lápices de colores, crayolas, tiralíneas, plumas atómicas, que he decidido escribir un poco acerca de ello.
Creo que los dibujantes tenemos una forma un poco abstracta de ver el mundo. Porque aunque dibujemos figurativo (o sea representemos formas y figuras reconocibles por tener una base en el mundo real) la verdad es que el universo tal como lo percibimos los humanos no se vé con rayitas.
Las líneas son una cosa francamente fascinante. Si las pones muy juntitas producen un efecto más oscuro que si las separas. Puedes superponer capas de líneas para producir efectos de sombras y transparencias a la manera de una acuarela o un temple. Es como ir entretejiendo una forma, (y miren que yo no sé tejer, pero los hilos y las líneas tienen semejanzas muy sospechosas, la tela de la que está hecha la ropa está formada de cientos de hilos muy muy juntos, sólo que no los percibimos a simple vista) todo este asunto de tejer (¿o hilar?) con líneas lo han entendido a la perfección artistas de todas las épocas, entre los grandes está mi ídolo de todos los tiempos: Rembrandt, también Vlady (mi nuevo amor), ese mujerón de sensibilidad exquisita: Kathé Kollwitz, el genio del aguafuerte: Piranesi, y por supuesto Harry Clarke: virtuoso de la tinta.
Hay otro grande secreto de las líneas encerrado en una pequeña palabra que obra milagros, muy a la manera del «Abracadabra» que le abrió la cueva a Aladino, esa enormísima e infaltable capacidad que ha de dominar cualquier dibujante que quiera preciarse de serlo, un vocablo que abre los misterios de la profundidad a la que se puede llegar con un instrumento tan humilde como un lápiz o una plumilla insertada en un canutero, el último bastión del(a) hilvanador(a) de líneas: la paciencia.
Porque las líneas no sólo sirven para delimitar una forma en la pista de juegos del papel o el bastidor, también constituyen una red completa de sombras que le den volumen a toda figura por más vulgar o fantástica que sea.
El dibujo es una técnica que revela sin tapujos el estado emocional de quien lo ejecuta. No hay forma de parapetarse detrás de una masa de color, las líneas quebradas, rígidas o interrumpidas hablan del dibujante, de su capacidad o carencia de ella, de su nerviosismo o falta de concentración. Las líneas obsesivas, fluidas, desgarradas y repetidas hablan de la pasión, el fervor, la neurosis, el lirismo del autor.
Por algo la letra de cada quién revela tanto, la caligrafía no es mas que una forma de dibujo.
El dibujo ofrece una cartografía del alma. Es espiritual.