Horrorizada, Saskia descubre a sus tías en torno a un caldero humeante, sus caras torcidas en muecas monstruosas, el sonido de sus risas hace vibrar las vísceras de Saskia y los cristales de las ventanas. No puede creer que estas mujeres sean las hermanas de su madre. Luego, una de ellas, casi indolentemente, arroja una mariposa al caldero, que ya bulle de alas multicolores. Saskia se queda clavada en su puesto, ahora comprende porqué cada vez encuentra menos mariposas en sus paseos furtivos. Acuarela y grafito sobre tela.
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