Pues sí. En mi próxima serie retrato a una vieja y obesa pareja que padece de un hambre terrible y crónica. Para quienes no lo sepan, la autora de este blog también dibuja, expone y vende sus monos.
Una pareja de gordos, ejecutados en su mayoría en grafito sobre tela, comen, aman, se limpian los dientes, se van de picnic y escandalizan a su nietecita a lo largo de 12 piezas que ya verán, si se animan, en la Alianza Francesa. ¿Cuándo? el mes que entra, durante la última semana de abril.
No sé porqué empecé a dibujar a este par de personajes. No necesitas tener todo claro cuando empiezas un dibujo. Las cosas se despejan solas conforme avanzas, y las razones por las que escoges plasmar una forma en vez de otra se van develando en tanto transcurre el proceso. Los cierto es que uno siempre se está autoretratando, incluso cuando se recurre al fusil (no mientan, queridos ilustradores y/o pintor@s). Pero rara vez de una manera frontal. Los reflejos que constituyen el trabajo son como los de esos laberintos de espejos que hasta hace poco encontrabas en las ferias de pueblo. Por ejemplo: a la señora que protagoniza -¿o antagoniza?- la serie le puse un lunar en la frente. Hace un mes más o menos, recordé que yo tengo un lunar en el mismo lugar. La coincidencia me sorprendió.
La obesidad ha sido retratada por los artistas en innumerables maneras a lo largo de la historia. Desde las figuras neolíticas como la Venus de Willendorf -una efigie femenina que representa la fertilidad- pasando por las sensuales -y absolutamente reales- mujeres de Rubens, los perennes gordos de Botero o la celebérrima supervisora de la seguridad social de Lucien Freud, las formas rebosantes y orondas tienen un simbolismo tan personal como cada artista que ha elegido representarla.
Las excusas que puedo dar a la obesidad y la vejez de mis nuevos personajes obedecen a aspectos de mi vida. No he retratado sus redondeces para denotar su sensualidad, su ingenuidad o su belleza. Son gordos porque están llenos de cosas y cargas viejas que deben soltar. Tal vez su gordura los hizo viejos. Por la misma fuerza de su edad ya no son fértiles en el sentido convencional del término. A lo mejor la vejez les hizo engordar a ese extremo. Lo cierto es que lo grotesco entró en mi trabajo. En una época en la que no podía ser de otra manera.
Cierro con un beso de mis viejitos, invitándol@s a que no se pierdan los Retratos de dos Gourmets.
Y no olviden sacar de paseo a su oscuridad.