Comenzó todo el viernes 27 de febrero a las 9:00 am en la parada de camión en Américas y Av. Romanos. Estando yo esperando con el sol en la cara a la 634 escuché su familiar estrépito de fierros y tornillos flojos que anunciando su llegada antes de levantar el brazo para detenerlo. Hay que tener maña para que te hagan caso estos armatostes impredecibles, a veces pueden pasar tres de ellos sin darte la parada. Entonces sucede que ahí te quedas: con el brazo paralizado en el aire, como idiota y el tiempo encima. El camión en cuestión se paró ante mi imperioso (ehehe) ademán, abrió sus puertas corredizas y dos viejitas bajaron con toda la lentitud de sus años, aferrándose con brazos y dedos a las puertas, mirando por encima del hombro al chofer. No fuera a ser que arrancara y las dejara hechas un omelette de pelos, grava y gritos sobre el pavimento ( algo que sucede con alarmante frecuencia ). Tras bajar ellas me trepé al atestado camión. Llevaba mi caja de acuarelas bajo un brazo y se me tiró. Oí como la pintura seca se hizo añicos adentro. Murmurando por lo bajo un «chingados», la recogí, le pagué al chof y me agarré a los tubos opacos; empañados de la grasa de cientos de manos y brazos. Encantador. Un viernes más. Entonces la ví. Sentada indebidamente en uno de los asientos amarillos para mujeres embarazadas, ancianos y discapacitados se encontraba una doña de orondas carnes portando una blusa floreada de cuello redondo. Por encima de ese escote vi varios pelos negrísimos, largos y lacios. -¡Que onda con la ñora!-pensé-¡Y yo que me creía peluda!-.
Las paradas se sucedieron, se fue bajando gente y me pude recorrer hasta quedar frente a ella.
Ahí me llevé una sorpresa que dió al traste con mi morbosa expectativa: la ñora no tenía pelos, lo que yo tomé por tales eran las sombras duras formadas por las decenas de arrugas que cruzaban su pecho.
Pero no terminó todo ahí. Levanté la vista hacia la parte trasera del camión para inspeccionar a mis compañeros(as) de tubo y ví al final, casi junto a la puerta corredera de bajara, la mano de un hombre firmemente aferrada al metal: su muñeca estaba adornada con un tatuaje que representaba una rosada mariposa con las alas extendidas. -Wow-pensé. Se siguieron las paradas y estando próxima la mía, estuve lo suficientemente cerca de este hombre para darme cuenta de que lo que yo había tomado por tatuaje no era sino una gran verruga rosa.
En ese momento tuve que tocar el timbre para bajarme.
¡Mañana mañana mañana me voy al cine sola otra vez!
¡Ah! el día 12 de marzo se presenta el libro «Diverti-miento» de la autora Hilda Figueroa en la Librería del FCE a las 20:00 horas, la portada del libro fué hecha por su servilleta.
¿Soy sólo yo o alguien más tiene la impresión de que el alcalde de Guadalajara parece mono de ventrílocuo? Siempre es tan articulado y elocuente que no dice en verdad nada. Sus declaraciones suenan tan falsas, pareciera que las ensaya chorromil veces antes de escupirlas.
Cuídense harto…y estén al pendiente, el próximo número de KY está a la vuelta de la esquina.