…es, sin lugar a dudas, el ánima de Sayula.
Aquí les dejo, todo un clásico del siglo XIX
En un caserón ruinoso
De Sayula en el lugar,
Vive Apolonio Aguilar
Trapero de profesión.
Hace tiempo que padece
Hambre voraz y canina
Y por eso está que trina
Contra su suerte fatal.
No es borracho, ni juega
Solo comer es su vicio
Pero anda mal del oficio
Ni para comer le da.
Cuatro tablas, dos petates
Un bacín roto de barro;
Cuatro cazuelas y un jarro
Son de su casa el ajuar.
Su mujer y sus hijuelos
Macilentos y hambreados
Con semblantes extraviados
Piden pan con triste voz
Pan allí ni por asomo;
Hambre s, disgustos mil
En aquel chiribitil,
A pasto y a discreción.
Llanto solo de miseria
Que goteando noche y día
Apagó dejando fría
La ceniza del hogar.
Por eso el trapero esconde
Entre sus manos la cara;
Maldice su suerte avara
Que le causa aquel dolor.
Y fijando en su consorte
Su penetrante mirada
Con voz grave y levantada
De esta manera le habló:
«Es preciso que ya cese
Esta situación terrible;
Vivir así no es posible,
Harto estoy de padecer.
Me ocurre feliz idea,
Que desde luego te explico;
Esta noche me hago rico
O perezco en la función.
Escucha y no me repliques
Mi suerte está decidida.
El porvenir de mi vida
Depende de esta ocasión.
Tu sabes que en esta tierra
Entre la gente de seso
Se cuenta cierto suceso
Que ha causado sensación.
Se dice, pues, que de noche
Al sonar las doce en punto
Sale a penar un difunto
Por las puertas del Panteón.
Que las gentes que lo ven
Huyen a carrera abierta
Y todos cierran la puerta
Encomendándose a Dios.
Que por fin un desalmado
Se encara, ya con el muerto;
Más de terror quedó yerto,
Patitieso y sin hablar
Esto lo aseguran todos
Y mi compadre José
Me ha jurado por su fe
Que también al muerto vi.
Y me asegura que el muerto
Tiene la plata enterrada
Y busca gente templada
Con quien poderse arreglar.
Pues bien, me siento con bríos
para hablarle al mismo diablo,
A ese muerto yo le hablo
Aunque me muera después.
Mucho peor es morir de hambre
Que morir de puro miedo
Y si yo con vida quedo
Seremos ricos después.
«Por Dios! Apolonio» dijo,
Su mujer muy afligida:
«No juegues así la vida
Deja a los muertos en paz.»
«No mujer, no retrocedo,
Es una cosa resuelta;
Si pronto no doy la vuelta
Prepara mi funeral».
Dijo y con paso veloz
Pálido como un difunto,
Salir de su casa al punto,
Camino para el Panteón.
Envuelto en tinieblas yace,
De Sayula el caserío
Y un aspecto muy sombrío
Allí reina por doquier.
No se oye voz humana
Ni el más ligero ruido,
Solo lejos el aullido
Pavoroso de algún can.
Algún pájaro que cruza
En las tinieblas perdido
Lanza fúnebre graznido
Al ir de su nido en pos.
Y al extinguirse perdido
Que al corazón pone susto,
Canta el tecolote adusto
En el ruinoso torreón.
Negro toldo cubre el cielo,
Y al soplo del viento frío
Gimen los sauces del río
Con quejumbroso rumor.
Lúgubre la noche está
Y en su fondo pavoroso
Brota a veces luminoso
Un relámpago fugaz
La silueta del trapero
Que a la ventura de Dios;
Va de la fortuna en pos
Hasta vencer o morir
Mas a medida que avanza
Su valor se debilita
Y es dueño de honda cuita
Su angustiado corazón.
Avanza pues presuroso
Aquel hombre de faz yerta,
Y al fin se mira en la puerta
Del tenebroso panteón.
Allí con mortal congoja,
La hora fatal aguarda;
Hora que tal vez no tarda
En sonar en el reloj.
Por fin de repente suenan
Doce lentas campanadas,
Cuyas notas compasadas,
Vibran con sordo rumor.
Notas lentas y solemnes
Cuyo sonido retumba
Como el eco de una tumba
Con quejumbroso rumor
Por fin a esperar se pone
Y sin grande dilación
Las puertas de aquel panteón
Se abren de par en par.
Cruza el lindel el fantasma
Mudo, rígido y sombrío
Como el sepulcro frío
Y horrible aborto de horror.
Lleva cubierta la faz
Con negro y tupido velo
Y arrastrando por el suelo
Lleva también el sudario.
Aguilar, de espanto yerto
Y erizado su cabello
Con agitado resuello,
Corre tras de la visión.
Y haciendo un supremo esfuerzo
Cual si jugara la vida
Con voz despavorida
De esta manera le hablo:
«De parte de Dios te pido
Me digas cómo te llamas
Si penas entre las llamas
O vives aquí entre nos.
Qué buscas por estos sitios
Donde a los vivos espantas?
Si tienes talegas cuántas
Me podrás proporcionar?»
«Me llamo Perico Zurres»
Dijo el fantasma en secreto,
«Fue en la tierra buen sujeto
Muy puto mientras viví,
Ando ahora penando aquí
En busca de algún profano
Que con la fuerza del ano
Me arremangue el mirasol.
El favor que yo te pido
Es un favor muy sencillo,
Que me prestes el fundillo
Tras del que ando tiempo atrás
Las talegas que tú buscas
Aquí, te las traigo colgando,
Ya te las iras arrimando
A las puertas del fogón».
Lleno de sorpresa quedó
El pobrecito trapero
Y echando al suelo el sombrero,
El infeliz exclamó!
«Por vida del Rey Clarión
Y de la madre de Gestas
Qué chingaderas son estas,
Que me suceden a mi?
Yo no sé lo que me pasa.
Pues ignoro con quien hablo,
Este cabron es el diablo
O mi compadre José!.
Buena fortuna me hallo
En esta tierra de brutos,
Donde los muertos son putos
Que garantías tengo yo?
Lo que me suceda a mi
Es para perder el seso;
Si los muertos piden sieso
Los vivos que pedirán?
Venir de lejanas tierras
A buscar aquí, la vida
Y mi suerte maldecida
Me depara un trance atroz.
No tener yo mas alhaja
Que la alhaja del fundillo
Y me la pide este pillo
Que dice que ya murió!.
Esto es cuanto puede verse
Por las crestas del Demonio
Si lo aflojas Apolonio
De aquí, sin culo te vas»
Así el trapero exclamó!
Muy pensativo y mohíno
Del pueblo tomó el camino
Y en sus calles se perdió!.
Y es fama que cuando oye
Que hablan del aparecido
Receloso y confundido
Se pone una mano atrás.
MORALEJA
Escucha, lector:
Si por alguna vez
Te vieres como Apolonio
En crítica situación.
Si tropiezas acaso
Con alguna Anima en pena,
Aunque te diga que es buena
No te confíes jamás.
Y por vía de precaución
Llévate como cristiano
La cruz bendita en la mano
Y en el fundillo un tapón.
Bais,
D.