Mirna no es precisamente la mujer más generosa de la ciudad. Ama el helado de mamey y nunca comparte. Sus compañeras la miran con envidia, pero nadie se atreve a decirle nada. Hasta que la chica nueva, Nyx, le increpa su egoísmo. Mirna le cose la boca a puntadas inmediatamente, con una velocidad cegadora. Pero no le deja nudo, y más tarde, una llorosa Nyx se saca el hilo con un suave jalón. Acuarela y grafito sobre tela.