El dear husband de una amiga se ha convertido súbitamente en su fucking husband. Todo porque su señora madre es una, y cito a mi amiga: «pinche vieja». ¿Porqué? Porque la señora ha resultado ser una controladora, castrante y metiche zorra del mal. Mi amiga está bastante dotada a nivel cerebral y es gracias a este dato que las cosas no han degenerado en una cat fight digna de verdulería. La señora se ha sentido capaz de decidir dónde, cuándo y dónde deben vivir mi amiga y su husband. El asunto tiene -en teoría- una solución bastante simple: él debe ponerle límites muy claros a su progenitora respecto a donde puede meter sus narizotas y dónde no. Pero él no se atreve.
Por eso y por las lógicas discusiones acaloradas que todo lo anterior causó, es que el dear husband ha pasado, momentáneamente a ser el fucking one.
Con todo lo cual que me he venido enterando de las vidas de los amigos y amigas emparejados, me he estado preguntando si el estado casado de la vida me convendrá. Soy un ser libre que hace lo que su corazón le manda, sólo un amor profundo me convencerá de caminar al lado de alguien.
Y tener un día un fucking husband.
D.