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La chinga chingona de traer los pelos morados|The wonderful drag of having purple hair

[lang_es]Ya voy para tres meses con el cabello morado. Decidí hacer un cambio para cerrar el año. Un año bastante movido que remató con mi primera exposicion individual en los Estados Unidos y además la publicación de mi primer libro, concebido y creado con mucho trabajo y sin divismos por Rafael Villegas y su servilleta. Todo esto se juntó con la posibilidad de radicar en la ciudad de Los Ángeles, ciudad donde ahora me encuentro y donde creí que me quedaría por una buena cantidad de años.

Las cosas se han movido. He pasado momentos de euforia, felicidad y orgullo por los frutos de años de trabajo. Y también por una tremenda presión que nace del sentimiento de no querer defraudar a quienes han puesto en mí su fe junto con sus recursos, esto mientras trato de mantenerme fiel a mí misma al tiempo que me debato con la típica crisis creativa que sigue a toda expo individual. Ahorita nada de lo que estoy haciendo me gusta. La añoranza, la melancolía por todo aquello que me contenía ha despertado desconocidas vetas de mi mundo interno.

Con mi típica testarudez he desoído voces que me aconsejaban no venir aquí, convencida que aquí esta mi lugar.

Regresé a Guadalajara a desmantelar mi casa, volví también para la FIL.

Ahora estoy en Los Ángeles. Todo esto lo he vivido con el cabello morado.

Para tener el pelo de este color pasé primero por la decoloración de rigor: el tinte no entra en un cabello oscuro: tiene que ser un lienzo en blanco -o en amarillo- como fue este el caso. La decoloración pica, se siente como si cientos de hormiguitas corrieran por tu cuero cabelludo. Cuando eres güera viene la aplicación del tinte morado seguido por largos minutos de espera que culminan en el lavado del pelo: el exceso de tinte sale y luego sales tan campante a la calle con el cabello de un morado profundísimo. Con las orejas y la nuca moradas eso sí, pero flamante.

Lo que nadie me explicó, -fue la primera vez que me pinté el pelo- era que en cada ocasión que me bañara mi pelo iba a chorrear pintura; me aterré al principio, pensando que emergería de la regadera con el pelo amarillo, sorprendida ante la tremenda cantidad de pigmento que corría por mis piernas. De como quedaron las toallas, sábanas y almohadas ni hablar. A la segunda retocada, acontecida unas dos semanas y medio más tarde y ante la inminencia de la presentación de Juan Peregrino en Bellas Artes, la experta me regaló una especie de tratamiento de chocolate: con esa pastita podría librar los días sin tener que usar el temido champú, destructor de los tintes de colores de fantasía. La usé.

Luego vine a Los Ángeles a arreglar detalles de la expo. El horror fue como dejé cada noche las toallas inmaculadas de nuestro cuarto de hotel, pues aunque usaba gorra para baño, un poquísimo de agua era lo que bastaba para que el tinte se me escurriera por la nuca y el salpicadero morado comenzara de nuevo. Al final de la breve visita esperaba que me cobraran un dineral por lo que arruiné, pero tuve tremenda suerte, no cobraron nada extra.

Eso sí, el nuevo look fue un éxito. Lo amaron mis coleccionistas, las autoridades del Consulado, los angelinos, las niñitas y las agentes aduanales.

Lo he retocado otras dos veces acá en Los Ángeles, donde además usan una especie de casco que expide calor. Creo que eso ha ayudado a que dure más el color y se chorrié menos. Un tinte de estos te dura a lo mucho unas tres semanas antes de que el pelo comience a verse de un feo amarillo mezclado con el color natural de las raíces.

Creo que si me hubieran explicado todo lo que implica tener un color de fantasía en el cabello no lo hubiera hecho. Ahora sé que no lo volvería a hacer. Por lo menos no en toda la cabeza.

Vivir todos estos cambios tan fuertes con una mata de cabello púrpura  en la cabeza ha sido muy simbólico. Ahora que las cosas están calmándose, he dejado al morado desvanecerse poco a poco, estoy segura que mi vuelta al mejor estado de creatividad vibrante coincidirá con el regreso del cabello castaño.

Y la vuelta a México.[/lang_es][lang_en]

It´s been three months since I´ve had purple hair. I decided to change for the closing of the year. A very exciting year that finished with my first solo show in the United States and the publishing of my first book in coauthorship with Rafael Villegas, a piece of art made with hard work and no overblown egos from either of us. All of this collided with the possibility of living in Los Angeles, city where I am currently and where I tought I´d be living  for some years.

Things have been moving. I have been through moments of euphoria, happiness and pride for the rewards of years of hard work. And also through the tremendous pressure stemming from my feeling of not wanting to dissapoint the ones who have placed their faith and resources in me, all this combined with my desire to stay true to myself and the creative crisis that follows a solo show.  I don´t like anything of what I am drawing now. The longing, the melancholy for all that has contained me in the past has opened new chambers of my inner world.

As is usual in me, I didn´t listen to voices advising me against coming here for I was convinced that my place was here.

I returned to Guadalajara to dismantle my house. I also went back for the International Book Fair.

All of this I have lived it with purple hair.

In order to have this color on your hair you have to bleach it first, for the dye won´t stick on dark hair. It has to be a white canvas, -yellow in this case. The bleaching process itches, it feels like hundreds of  little ants are running amok on your scalp. Once you are blond then the purple dye is applied followed by long minutes of wait that end with a hair wash that rids you of the excess of dye. Then you finally step out of the salon feeling fabulous about your deep purple hair. With purple ears and nape also, but still fabulous.

What nobody explained to me -it was the first time in my life I had dyed my hair- was that each time I´d wash my hair dye was going to come off. I was terrified at first, thinking that I´d step out of the shower with blonde hair again, bewildered at the sight of the purple rivers streaming down my legs. And I haven´t spoken about how my towels, sheets and pillows ended.  When I had it retouched, two weeks and a half later and with the Mexico City book presentation coming, the expert gave to me some sort of chocolate hair treatment that was supposed to act as a no-foam shampoo, the all time killer of fantasy hair colors. I used it.

Then I came to LA to finish some details of the show. The horror was how I left the inmaculate towels of our hotel, for in spite of my religious use of a shower cap, the littlest amount of water was enough to cause the dye to run down my nape and for  all the mess to start again. At the end of the short visit, I was expecting to be overcharged for the ruined towels but I was lucky. They charged nothing extra.

What I can say for sure is that the look was a complete success. My collectors loved it, the Consulate authorities, the angelenos and it was a super hit among little girls and female custom officers.

I have had it re-dyed twice in LA. Here they also use a helmet-like contraption that dries using heat. I think this has helped the color to last longer and come off less. A dye like this lasts three weeks, afterwards the hair begins to show an ugly blonde mixed with the root´s natural color.

If someone had explained to me all that comes with having a fantasy color on the head I think I had never done it. NowI know I wouldn´t do it again. At least not in all my head.

Going through all this strong changes with a purple mop on my head has been very symbolic. Now that things are calming down, I have left the purple fade little by little, I am sure that the return to a vibrant creative state will coincide with the return of my natural chestnut hair.

And the return to Mexico.[/lang_en]