Ahh, ha sido un fin de semana de trabajo. Al segundo cuadrote ya sólo le falta pintarle al Holandés Errante y cuando termine seré libre de volver a mi trabajo. Este mes terminará conmigo y Michelle en una nueva casa. Terminará conmigo aprendiendo a andar en bici y despiéndome de la casa donde he pasado toda mi vida. Y pensar en el silencio que habrá en mi nueva casa me pone los pelos de punta, de emoción y de miedo. Seré libre de crear en silencio, o con toda la música que yo quiera.
No escucharé de manera cotidiana a Jack, el perico, gritar como chango aullador, ni a mi mamá quejándose de lo duro e ingrato que es el trabajo de la casa (al que es adicta, desgraciadamente), y me daré cuenta de todas aquellas cosas que daba por sentadas y que ahora tendré que procurarme sola. Pero para atrás ni para agarrar vuelo. Apenas he tenido algunas ideas para mi nueva recámara, la cual quiero que me fascine, quiero que entrar en ella me encante y sepa que ahí soy absolutamente libre, para descansar, leer, amar, meditar, etc.
Y que nervios, por todo lo que está en juego. Pero pase lo que pase, estaré bien.
jHOhJOHOhOJ ¡Y ya no tendré que lavar las cantidades industriales de platos que mi familia ensucia!
Un abrazo a todos,
Bais.