Han sido dos meses movidos. Me ha pasado de todo, y cuando digo de todo es de t-o-d-o. Ha estado tan fuerte la tormenta que aún se ve borrosa de arena el agua de este océano. Pero lo que cayó de las nubes son en su inmensa mayoría bendiciones. No me arrepiento de nada. Puedo amar, tengo amigos y amigas nuevos, tendré independencia en unas semanas, y están llegándome trabajo y propuestas. Hace dos meses hablaba pestes del feisbuc, por ejemplo, pero ahora estoy ahí, y en el twitter también (soy @pandeperro). No sé que sigue, pero estoy preparada con los brazos abiertos para aquello que me aguarde a la vuelta de la esquina. Aún siento un elefante sentado sobre mi pecho, pero no es nada que una buena tarde de trabajo no pueda arreglar. Y trabajo es algo que tengo a raudales.
Esto se sigue poniendo bueno.
Cuídense.
p.d.- Este sábado me despedí de mis compas del Paseo Chapultepec. Fué un año increíble. Ellos y ellas me enseñaron muchas cosas, acerca de la humildad, del compañerismo y también acerca de tenerlos bien puestos. Suerte siempre a ellos y ellas, ¡Y claro que los seguiré viendo! Esta mujer tiene una memoria de elefante, y no olvidará.