Retratos de Gourmets

El Señor Gourmet prefiere los tradicionales palillos para limpiarse los dientes tras un banquete. Y cuando retira la comida entre sus dientes vuelve a catarla, grabándose los sabores en su dura sesera, tan difícil de penetrar. Grafito y acuarela sobre tela.

Siempre en la búsqueda de nuevos sabores, los Gourmets prueban todo. Ella tiene un paladar exquisito, detecta los más mínimos cambios en la sustancia saborea de todo aquello en lo que posa sus papilas gustativas. Podría prescindir de cualquiera de sus sentidos, menos el que alberga en su boca. Él se adormece al escucharla paladear sus experiencias. Grafito y acuarela sobre tela.

Los insaciables del Callejón de las Agujas, retratados en un día de hambre canina. Grafito y acuarela sobre tela.

Ella no se da cuenta de que quisiera comérselo, introducirlo dentro de su carne, hacerlo suyo, y que viva de su misma sangre. Uno solo. La perrita somos todos los que miramos la escena. Él no puede con ella, sus ansias nunca alcanzarán las de ella. Grafito sobre tela.

El Señor Gourmet haría bien en escuchar a su mujer. Los mensajes vienen y él no los capta. Ella bulle de secretos que él no sospecha por nada del mundo. El teléfono está desconectado. El colibrí suspira aburrido. La laca en las uñas de él es demasiado. Grafito y acuarela sobre tela.

Cuando las provisiones se acaban, las cosas se ponen feas. Los cónyuges comienzan a pensar en qué sabor tendrá la carne del otro. A final de cuentas, es otro ritual de posesión, otra forma de conocerse mejor. Y ni les gustan los chícharos. Grafito y acuarela sobre tela.

Una salida a comer al campo siempre calma las ansiedades de los Gourmets. Tras el comelitón, el buen vino adormece esa hambre que nunca queda del todo saciada. La muñeca de la caja no para de bailar. El sol se pone. Grafito obre tela.

Han sido invitados a una magna fiesta: una bacanal de comida y baile. Ella no puede subir la cremallera de su vestido. A él siempre le ha encantado ayudarle. Y mirar reverentemente como la tela negra abraza su formidable trasero Grafito sobre tela.

El Sr. y la Sra. han comido demasiado. Nunca dejan un hueso sin mondar de la más pequeña partícula de carne. La perrita es testigo. No le han dejado mas que los tuétanos. Grafito y acuarela sobre tela.

El horno es demasiado pequeño para el gran lechón que la Señora desea hornear. Deberá cortarlo en piezas y hornearlo por partes. Esto la tiene angustiada. Romper el marranito va contra todos sus ideales de armonía. Grafito sobre tela.

A ella la trajo una ballena, en una noche de luna pálida y menguante. Él prometió hacer suya toda la fuerza de su feminidad. Sobre la arena como un espejo la poseyó. Grafito sobre tela.

La nietecita de los Gourmets llega a comer. La niña es remilgosa y su abuela le enseña que no debe dejar nada, absolutamente nada en el plato, limpio como un espejo. Grafito y acuarela sobre tela.

Esta dama tiene un descomunal apetito. Aparece satisfecha de su gran comelitón y limpiándose los dientes con el largo hueso de alguien. ¿A quién se habrá zampado? ¿A quién quería poseer? Ha integrado a alguien más a su inmensa corporalidad, ahí vivirá para siempre, dentro de sus células. Pero por ahora, sólo piensa en eructar. Grafito y acuarela sobre tela.

La Sra. Gourmet ya no sabe cómo despertar la pasión de su esposo. Es como una oruga envuelta en un capullo y el hombre quisiera cumplirle, pero ella sabe que las cosas ya no pasarán a mayores. Ella se ha convertido en algo incontenible para su disminuido cónyuge. Grafito sobre tela.

El señor Gourmet frecuenta la compañía de interesantes hombres que gustan de ahogarse de muy diversas maneras. Los peces muertos podrían ser un símbolo del estado de sus vidas, o quizá sólo es un sashimi sin cortar. Como sea. Este señor, a diferencia de su mujer, tiene amigos. Grafito sobre tela.