Selma Lúnula

Selma trata de atrapar a un sinparaguas usando un pez. Quiere hablar con uno de ellos. Aguafuerte.

Selma camina las calles de la ciudad. Rumbo al puente.

Selma se convierte en algo extrañísimo gracias al acto que realizó: la lluvia se abría a su paso, convirtiéndola en la primera persona de la ciudad que no necesita un paraguas. Grafito sobre papel.

Selma sale a la calle en búsqueda de los sinparaguas. Los encuentra: jóvenes, adultos, niños, ancianos. Todos reciben un paraguas, un refugio de la lluvia helada. Grafito sobre papel.

Selma se lleva todos los paraguas rotos que pueden caber en su fabulosa bolsa. Son muchísimos. Y de vuelta en su casa, le toma siete días remendarlos y dejarlos como nuevos. Aguatinta.

Los peces salen del cuarto, hacia la calle. Selma los sigue con su bolsa bajo el brazo. La conducen al legendario Botadero de Paraguas. Ahí es donde Selma tiene una idea. Aguafuerte y aguatinta.

Selma es despertada por el sonido de decenas de aletas golpeteando su piso, peces muriéndose, ahogándose en su cuarto, húmedos, desesperados. Son como el niño sin paraguas. Grafito sobre papel.

Selma no puede dejar de pensar: ¿Cuánta gente sin paraguas habrá en la ciudad? Aguafuerte.

El niño sigue a Selma hasta su casa y deposita una ofrenda a sus pies: un paraguas roto. Acuarela y tinta sobre papel.

Un día, un niño sin paraguas llega al puesto de Selma. Una persona sin paraguas, en una ciudad en la que siempre llueve, es peor que andar desnudo, alguien así no deja de estar mojado nunca. A Selma se le parte el alma y trata de cubrir al niño con su propio paraguas. Grafito sobre papel.

El puente sobre el que trabaja Selma es uno repleto de tráfico, humano y de vehículos. Tinta sobre papel.

Selma es una mujer regordeta, con un corazón de oro. Vende dulces y chucherías en lo alto de un puente peatonal. Tiene una bolsa en la que le cabe casi todo. Aguafuerte.