No sé si es exacto el término, pero no puedo evitar imaginar el a veces imposible tráfico de esta ciudad como las venas tiesas de alguien arteroesclerolítco. Dan ganas de gritar cuando ves que los peatones caminan mas aprisa que el camión donde vas temporalmente enlatado y más cuando en la atestada unidad van contigo una docena de aullantes, carcajeantes y gritones pubertos de secundaria fascinados porque van a tener un picnic en Colomos.
Hoy unas chicas de secundaria iban haciendo música experimental chasqueando la lengua contra el paladar, produciendo unos asquerosos ruidos caldosos mientras el camión se movía en cámara lenta por las estrechas calles del centro. Daban ganas de estrellarles las cabecitas de pelos cortados disparejamente con navaja contra la ventana, pero ejercí mi paciencia y sorbí mi capuccino helado observando el reflejo de mis pelos en el puerquísimo cristal de mi ventana…me corté el pelo ayer y quedé como Willy Wonka, me gusta.
La gente se infarta si no tiene cuidado con su arteroesclerosis. La solución a la enfermedad de la vialidad de la ciudad es una sola palabra: METRO.
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