Detrás de la máscara, Lavinia se dá cuenta de algo: el teatro está vacío. El silencio la ensordece. No ve a nadie, los asientos lucen maltratados, empolvados, como si nadie se hubiera sentado ahí en años, la duela del escenario cruje bajo sus pies, la ex-fantasma ha estado cantando para los espíritus que habitan el teatro, y se ha sentido feliz. Lavinia, curiosamente, no se siente decepcionada, sabe que si se quita la máscara, la ilusión volverá. Un pájaro escapa de su jaula, los huesos de Lavinia siguen igual de sólidos. Acuarela y tinta sobre papel.
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