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Rechinando los dientes

Odio odio odio los días santos. Estos días que transcurren como en cámara lenta y todo está parado. Hoy es jueves santo y tengo despierta desde las 7 am. Me arreglé, saqué la basura, tomé unas fotos de unos cuadros, las edité, las envié por correo electrónico, metí a lavar mis sábanas y bueno, acabo de enterarme hace unos pocos e histéricos minutos que olvidé el megacorte de agua que el SIAPA venía anunciando desde hace semanas cuando intenté jalar la manilla de mi inodoro.
Las siguientes escenas fueron lamentables: no pude lavar los platos (me desquician los platos sin lavar) tuve que sacar las sábanas a medio lavar de la lavadora y proceder a exprimirlas lo mejor que me da la fuerza de mis brazos ñengos, me dí cuenta de que completar lo que había quedado a medias con el agua de mi garrafón me costaría tres días se sed. La mejor salida sería, lógicamente, ir a casa de mis padres en lo que la sequía termina. Pero, uf, no quiero ir. Prefiero terminar los tres días de corte hecha una bestia de pelo grasiento y enmarañado que volver. No hay problemas familiares, ni nada que se le parezca. Simplemente no quiero ir a casa de mis padres.
La vida en libertad es adictiva.

¡¡Aergh!! apenas va el jueves santo, faltan otros tres días de ciudad fantasma y aquí en la mansión no hay agua…

Me jalo mis -próximamente grasosos- pelos

Cuídense,

Bais.