Este sábado empezamos con los talleres de pintura y fotografía para personas invidentes. Un poco neurotiquita, llegué a la sede una hora antes para asegurarme de que todo estuviera en orden: ubicar el salón, los baños y familiarizarme con las personas con quienes tendría que tratar para que todo charchara bien. En cuanto ubiqué el lugar me dí a la tarea de fabricar la súper-pintura-texturizada para la primera sesión (una sencilla mezcla de sellador, pintura vinílica negra y marmolina), bajar los bancos, conectar la grabadora, sacar mis apuntes, los pinceles, las puntas de repujado (para dibujar), los cedés de música y claro, tratar de espantar los nervios.
Los talleristas empezaron a llegar casi a las diez. Y comenzamos cuando pareció que ya habían llegado quienes estarían. Lo que siguió fué -al igual que con el primer taller que dí el año pasado- sorprendente. Observé que el estilo personal está presente desde el principio. ¡Y mis alumnos resultaron mas prendidos que los del taller anterior! Ahora estoy maquinando para la segunda sesión. Agárrense porque no sólo usaré música, sino también poesía.
Se me olvidaba, providencialmente vinieron una amiga y su novio a asistirme. Y nos salvaron la vida al ir a comprar papel.
Y…por la noche del mismo sábado se me apareció un unicornio en mi oficina. Fué un día de esos en los que sientes que te ganaste cada precioso minuto del sueño que reclamarás por la noche.
2009, te estás reivindicando.
Mantengan la cabeza en el cielo, los pies en la tierra, y cuídense.
Bais.
P.d. El domingo anulé alegremente mi voto. Trabajé. Ví a una entrañable amiga. Sostuve un «diálogo» vegetariano :D