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Una tarde en FIL Niños

Los niños y las niñas comen riquísimo en el comedor de FIL Niños. Delicioso. Venimos de disfrutar como locos el magnífico espectáculo: «¡Qué chévere, ya viene el carnaval!», en el que cientos de chiquillos bailaron al son de la fiesta de rock, blues, y música latina de la agrupación tapatía de Luis Delgadillo y Los Keliguanes. Los Keliguanes le cantaron a los dulces mexicanos, a la ciclovía, a la libertad como valor universal-cuando arengaron a los chicos y chicas a bailar en pareja, dijeron que: «Niño con niña, o niño con niño, o dos niñas, en México hay libertad sexual»-, también narraron la historia de un niño que soñaba ser aviador, prendieron a los pequeños como nunca lo había visto antes. Al grado de que el tropel de chiquitos y no tan chiquitos me dejaron medio embarrada en las paredes del recinto de espectáculos de FIL Niños. La fiesta resultante de sonidos, ritmos y colores -que incluyó varios zanqueros saltando entre los pequeños- puso a bailar incluso a una chiquita que estaba sentada al lado de mí llamada Perla. Al principio del show, Perla solamente aplaudía. Su amiga Mónica se moría de ganas de ir a saltar entre las largas extremidades de los altísimos personajes. Cuando me dí cuenta, Perla ya se había integrado al gran desmadre. Me dió mucho gusto, ella pudo vencer su timidez. A su edad yo me hubiera quedado sentada.

Una imagen del show de los Keliguanes, soy pésima fotógrafa, no se fíen de esta imagen, ¡así que vayan y disfrútenlo!
El comedor de FIL Niños, igualito al de adultos...

Ahora Perla le entra con singular alegría a una torta de carne deshebrada. Sus contertulios hacen lo propio sacando sus refractarios llenos de fruta y verdura picada, sus jugos en tetrapak, sus sandwiches de jamón o de atún, un niño incluso saca un paquetito de arroz con leche. Una niñita ofrece pepino en tiritas a los demás. Una escena como esa no se verá jamás en el comedor de adultos. Se me hace la boca agua…en FIL «grande» se come horrible, los alimentos son carísimos y malos. Los pequeños me miran, creo que mi mirada hambrienta los está poniendo nerviosos. Un pequeño se termina sus triangulitos de naranja, luego saca unos tacos. Son casi las tres. Qué tortura caray.

«¿De qué son?» -le pregunto.

«De barbacoa»-me dice, y añade, compasivo-«¿Quiere uno señora?».

Pienso que desde mañana haré lo que los niños, me prepararé una suprema torta en mi casa. Y vendré a comérmela con ellos.

Mientras los pequeños siguen reponiendo las fuerzas que gastaron con Los Keliguanes, charlo un poco con tres chicos junto a los que disfruté la música -y el apretujamiento- del espectáculo musical. Los tres portan la monstruosa camiseta de FIL Niños, la verdad es que fué mi interés en hablar con ellos lo que me llevó a seguirlos y hasta el comedor de esta área de la feria. Cuando aún no comenzaba el espectáculo y ellos como guías se afanaban en acomodar a los niños, me llamó la atención la empatía que estos tres chicos tuvieron con los chiquitos. Se dirigían a ellos de una forma natural, despojada del autoritarismo que muchos adultos emplean al dirigirse a los pequeños.

Los tres estudian la preparatoria técnica en informática administrativa y se encuentran en FIL Niños haciéndola de guías para cumplir con su servicio social. Emilio porta dentro de su gafete un un naipe del joker, pienso que me las estoy viendo con un fan de Batman, pero no. Resulta que carga su mazo de cartas para matar los tiempos muertos. Tiene 17 años, una química tremenda con los niños y una sonrisa luminosa. Acaba de conocer a Fernando, también de 17 años y a Kermín, quien hoy cumplió los 19. Los tres opinan que el mejor show del área de espectáculos de FIL Niños es que vimos, el de los maravillosos Keliguanes.

Una chica, también de las guías, se nos acerca. Me mira con desconfianza.

«¿Eres de prensa?»- me pregunta.

«Si lo soy».

«Es que el sábado vino un político aquí, los periodistas se apiñaron alrededor de él y no les importó empujar a los niños».

Emilio, Fernando y Kermín están de acuerdo, la prensa maltrató a los niños el sábado, todo por obtener una foto del político que vino a pavonearse. Me indigno y suelto algunas maldiciones, eso no se vale. Los chavos se ríen y la chica pierde un poco la cara de pocos amigos. Luego les pregunto si les gustan los niños. La chica dice que le encantan, «son un amor, y hay que saber animarlos». Kermín añade que: «Si no les das confianza se arma un relajo, es cuando menos te hacen caso. A veces son las maestras las que se ponen todas autoritarias y los niños ni las pelan». Me quedo impresionada. Resulta que hay pedagogos natos. Creo que tengo la respuesta, tal vez es porque estos jóvenes no hace mucho que dejaron de ser niños.

Emilio sonríe. «Yo no he dejado de serlo».

Siguen siendo niños, de izquierda a derecha, doblando las rodillas: Emilio, con bufanda de rayas azules: Kermín, de tres cuartos: Fernando.

Los espectáculos en FIL Niños son variadísimos, hay teatro, títeres, pantomima, cortometrajes, y por supuesto, música. Desde mañana la entrada está abierta a público en general desde las 9 am. El último espectáculo arranca al filo de las 19:00 horas. Consulten el programa completo en la página de FIL Niños.