La familia de Nadir comienza a sospechar que algo no está bien. El chico trae una luz extraña sobre su cabeza. Cenit no se siente bien sabiendo que la están dejando ganar y lo señala. Los padres, enojados al principio, preocupados después, se preguntan qué hicieron mal. Grafito sobre papel.
Autor: Diana
El Ritual de la Mesa
El Ritual de la Mesa lo hacían una vez al mes, cuando el rojo cántaro del vientre de su madre se vaciaba. Su padre, el tiempo lineal, su hermana, la conciencia blanca, él, la negra. Habían de mantener el blanco y el negro lo más equilibrados dentro de la Mesa, o algo podría suceder en la ciudad. Nadir no podía concentrarse en todo lo que podía ir mal para que su hermana lo contrarestara, y el blanco ganaba terreno. Por debajo de la mesa, Nadir comenzó a creer que podía ser algo más que lo que su familia le dictaba. Grafito sobre papel.
La Llamada del Viejo del Mar
Nadir escucha un sonido extraño a su espalda y ve al viejo. Un tipo de luengas barbas blancas con una flama en la mano. Detrás de él: el mar. El Gran Mar del que sólo ha escuchado cuentos. ¡Cómo le gustaría conocerlo! Antes de asumir su lugar dentro de la familia. Grafito sobre papel.
El Cuaternario de la Calle Perlanke
Para el retrato familiar, Nadir hubiera preferido quedarse en casa, pero no había como zafarse. Del equilibrio dentro de su familia dependían muchas cosas en El Lado Equivocado de la Ciudad. Grafito sobre papel.
Cuatro Son Uno
Nadir y su familia regresan de ir al mandado. Él tiene 13 años y como todo hombre su edad, siente que no encaja en ninguna parte. Su hermanita Cenit lo idolatra, aunque no podrían ser más distintos. Grafito sobre papel.
Lavinia toca la puerta de Klodia, ésta abre calzando los zapatos de Lavinia. Klodia no repara en la expresión de su visitante, mas bien presiente a la otra mujer al final del vestido de Lavinia. Sabe que fué ella quién la tiró del techo. Es la primera vez que alguien que no quiere una Emociontomía la visita. Y es la primera vez que Lavinia visita una casa que no tiene fantasmas. Grafito sobre tela.
Después de beber un poco de la Sopita Fea, Lavinia se deja caer en el sillón de Klodia, sintiéndose totalmente extraña. El mundo se ha convertido en una mancha borrosa, siente que algo jala la parte posterior de su vestido, como si alguien intentara llevársela a rastras. Aguatinta, aguafuerte, touche.
Lavinia y Klodia se despiden, las dos se han librado de pesadas cargas, han obtenido nuevos zapatos y hecho una amiga. Grafito sobre tela.
Lavina toma el elevador del edificio de Klodia. El gordo elevadorista sabe que se dirige al cuarto piso. Lavinia tiene cara de necesitar una emociontomia, pero sólo quiere sus zapatos de regreso. Grafito y punta de plata sobre tela.
Comadres
Lavinia y Klodia se ven seguido para seguir lo que empezaron cuando caminaron por un momento en los zapatos de la otra. Acuarela y tinta sobre papel.
Lavinia le lee la mano a Klodia, pensando que nunca había visto una palma como esa. La culpa de Klodia por haber matado accidentalmente a un paciente es una línea profunda que casi se parte la palma en dos. Lavinia la recorre con un dedo largo, animándola a hablar de eso. Klodia vacía su corazón con Lavinia. Nadie jamás había hecho eso por ella. Grafito y punta de plata sobre tela.
Mirna decidió dejar su creación en los tejados, cortó su vestido alrededor de sus tobillos y bajó. Desde la calle el cielo era una miríada de cintas brillantes que ondulaban con la brisa. Se dió cuenta que estaría callada por un buen tiempo. Acuarela y grafito sobre tela.
Mirna trabajó fervientemente. Por semanas enteras sus compañeras observaron calladamente cómo su vestido multicolor crecía y crecía cada vez que Mirna le añadía más y más tela. Y al teñir los nuevos retazos todos los tonos embonaban hipnóticamente. Nadie se atrevió a decirle nada. Recordaban muy bien el episodio de la nieve. Cuando Mirna por fin terminó y afanosamente desplegó su creación sobre la ciudad, nunca supo que les estaba regalando el primer arcoíris en generaciones. Acuarela y grafito sobre tela.
Mirna no necesita su lengua, con hilos y agujas es más elocuente que muchos de los más parlanchines habitantes de El Lado Equivocado de la Ciudad. Acuarela y grafito sobre tela.
Mirna necesita mucha tela para llevar a cabo una idea que le ronda su morada cabeza desde que vió algo que llevaba mucho tiempo olvidado flotando en el vapor de la Sala de Tintes. Su proveedor de tela, un viejito verde llamado Luis comete el terrible error de preguntarle para qué la quiere. Ella le cierra la boca a puntadas, pero esta vez decide dejarle bien hecho el remate. Para que nadie se entere que ella se trae algo entre manos. Acuarela y grafito sobre tela.
Mirna no es precisamente la mujer más generosa de la ciudad. Ama el helado de mamey y nunca comparte. Sus compañeras la miran con envidia, pero nadie se atreve a decirle nada. Hasta que la chica nueva, Nyx, le increpa su egoísmo. Mirna le cose la boca a puntadas inmediatamente, con una velocidad cegadora. Pero no le deja nudo, y más tarde, una llorosa Nyx se saca el hilo con un suave jalón. Acuarela y grafito sobre tela.
No se sabe si Mirna es verdaderamente muda o si más bien nunca ha sentido la necesidad de hablar. Sus compañeras la consideran un enigma: fría, soberbia y endemoniadamente talentosa. Camina con la cabeza en alto, sus pasos largos resonando por todo el edificio. Haciendo un gesto de sus largas agujas puede darse a entender con absoluta austeridad. Su olfato es tan fino que distingue el olor de cada partícula de color, su tacto tan agudo que conoce los tonos pasando una mano por las telas con los ojos cerrados. Ama su trabajo. Nació para esto. Acuarela y grafito sobre tela.
Al norte del Lado Equivocado de la Ciudad está el barrio de las teñidoras de telas; esta es una hermandad de puras mujeres que tienen en sus manos la única fuente de colores brillantes en toda la ciudad. Ellas pintan los ropajes de los habitantes y también son unas costureras maravillosas. La cabeza del gremio es Mirna de Ciglia, una mujer muda que sin embargo nunca está en silencio. Acuarela y grafito sobre tela.
Anja se siente aburrida, siente deseos de salir pero tampoco quiere pedirle permiso a su padre. Un permiso que seguro le será negado. Así que decide salir sin avisar. Un poco nerviosa pero también llena de la expectativa de la aventura, abre la puerta y se escurre hacia afuera silenciosamente. Acuarela y grafito sobre tela.
Catador
El Señor Gourmet prefiere los tradicionales palillos para limpiarse los dientes tras un banquete. Y cuando retira la comida entre sus dientes vuelve a catarla, grabándose los sabores en su dura sesera, tan difícil de penetrar. Grafito y acuarela sobre tela.