Una dama que aceptó los ojos ofrendados por Lux espera al padre de su hijo. Ahora que puede verlo regresar, se da cuenta de que es un fiero dragón rojo. Acuarela y grafito sobre papel.
Autor: Diana
Los enterradores
Lux entrega pares de globos oculares a los enterradores de blancas túnicas. Siendo un pueblo extremadamente cortés, los aceptan. Pero cuando Lux se marcha hacen lo que mejor saben: enterrarlos en la tierra húmeda. Por alguna razón, ver es algo que no les interesa. Tinta sobre papel.
Ofrenda
Lux toma más globos oculares de las entrañas del ciego maravilloso. Emprende un viaje a lomos de una tortuga desnuda para ofrendarlos a los sin-ojos que viven al otro lado del mar. Grafito y tinta sobre papel.
Los ojos del marido
Una Lux despechada les muestra a sus amigos, -aunque la mayoría no puede verlos- los ojos que alguna vez obsequió a su marido y que ahora reclamó de vuelta. Lux trata de no amargarse. Decide darle los ojos a alguien que mejor los merezca. Grafito sobre papel.
En esa tierra en la que pocos nacen con ojos, existe una amplísima planicie donde pacen sin prisas las tortugas desnudas. Hubo un tiempo en el que circularon por el mundo de la gente. En aquel momento tenían caparazón, pero una mala negociación las llevó a perderlo.Grafito sobre papel.
El Infiel
De las primeras cosas que Lux hace al tener una fuente de globos oculares, es obsequiarle un par a su compañero. Desgraciadamente para ella, él pierde el control al poder ver y le es infiel en repetidas veces. Grafito sobre papel.
El ciego sagrado
Lux es una ciega más en un mundo en el que pocos tienen el don de la visión. Un día tropieza con otro ciego en cuyo interior se gestan ojos. Ávida, se lleva un par. Tinta sobre papel.
Decidí que la fecha de mi cumpleaños sería especial. No especial de ir a algún lugar fuera de lo común, o de vacacionar; sino especial porque decidí fusionarla con trabajo, con compartir la obra nueva y también acoplar el inicio de un año nuevo en el que quiero que abunden los motivos para dibujar y que mi obra llegue a más y más personas.
La Diana Martin Gallery ya tiene un año y comienza a correr el segundo. El espacio alberga ya pura obra original (a diferencia de cuando empezamos, en ese entonces sólo teníamos reproducciones) estamos en otra sede: una casa nueva y luminosa con un jardín que poco a poco vamos llenando de árboles y plantas. El proyecto se mueve y crece como un ser vivo.
Arrancamos el Programa para coleccionistas, una iniciativa que desde Octubre del año pasado ha permitido que el proyecto sea viable financieramente, este proyecto va ganando adeptos poco a poco. Es un rumorcillo que lentamente va sonando más fuerte.
El día del evento nos encontró comprando los ingredientes para la cena, cocinando toda la tarde, yendo a recoger la obra enmarcada, montándola y ordenando los últimos detalles de la noche: detalles como el libro de visitas, tapar las obras nuevas con raso negro, colocar el atril de hierro forjado, pegar las cédulas para los cuadros, poner la música, ponernos guapos.
Al filo de las ocho comenzaron a llegar nuestros invitados, fluyeron naturalmente por la galería, desembocando en el jardín, -hacía una noche deliciosa, fresca- ahí charlamos, los puse al día sobre el proyecto, amaron la casa nueva, los árboles que hemos plantado: el olivo, el algarrobo. Faltando veinte minutos para las nueve los animé a pasar a la sala para hacer la presentación, lucían en sus manos sendas botellitas de Finlandia Frost, -bebida que generosamente nos patrocinó Tequila Herradura-, agradecí su presencia, a los amigos y familia que nos ayudaron a sacar adelante el evento. Expliqué de qué trataban los dos cuadros nuevos que me disponía a develar, les expliqué de dónde venía la inspiración que me llevó a dibujarlos. Luego los descubrí.
El público entonces pudo apreciarlos. Aquí les comparto algo más: así como hay personas que regatean sin pudor, hay otras que llegan a amar tanto mi trabajo y además a respetarlo a tal grado que con su trato me siguen enseñando cómo debo conducirme en este mundo del arte, tan repleto de gente ventajosa. Con cada evento gano más confianza en mis dibujos y me sigue pareciendo impactante cómo una obra que a tus ojos no te acabó de gustar encanta a la gente. La perspectiva de quien crea está muchas veces carcomida, -incluso en la gente más respetada en el arte- por cierta inseguridad.
Pero esa noche batí un récord de ventas que no había alcanzado nunca en mi carrera, rodeada de gente que estaba ahí porque lo deseaba y estaba disfrutando de la noche. Me trajeron un pastel precioso, algo que me recordó que efectivamente también era mi cumpleaños, y los regalitos.
Vinieron quienes debieron estar, no faltó ni sobró nadie.
Pero a todos ustedes que desean venir, los que se están enterando, los que llevan tiempo sin acudir, a quienes les gusta mi trabajo, les comparto que las puertas de esta casa/galería están siempre abiertas, y habrá más eventos, y más arte, mientras mis manos no dejen de hilvanar historias con líneas sobre el papel.
- Hace un mes adoptamos a Tota. La negra Totasa le decimos. Parece una cruza de maltés con cocker y vaya usted a saber qué más. Un amigo me dijo que parece que yo la dibujé de tan negro su pelaje. A ratos sus movimientos son elegantes y precisos y luego juega y es el ser más torpe y desmañanado y se da de golpes al perseguir la pelotita luminosa que su hermanita Molly (también ex-callejera) rechazó. To es muy juguetona, dulce hasta el empalago. También es una raterilla; extrae calcetines, chones, chanclas y cualesquier prenda del cesto de ropa sucia para hacer más acogedora su camita. Es curiosa, antojada, besucona, y también le tiene miedo a Jos.
Cuando llegó nos temía los dos, era sumamente cautelosa, sus ojos con la medialuna blanca de la precaución permanente. Incluso se nos escapó durante la tarde de su primer día con nosotros. Se escurrió por un hueco angostísimo que dejó la tabla de macocel con la que tapamos hechizamente la luz de los barrotes blancos de la puerta del jardín. Obviamente se lastimó, pero su terror hacia nosotros y toda su situación nueva borró toda otra posibilidad de su mente de perro maltratado y vejado por humanos hijosdeputa. La buscamos como locos por la colonia, los dos corriendo desgreñados, en fachas y chancludos, -trabajamos desde casa, o sea que no nos arreglamos muy seguido entre semana- luego en el carro, desesperados y yo al borde de ponerme a chillar por la culpa y la impotencia, pensando que qué pinchurriento destino el de esa perrita que por su pasado había jodido su futuro de harto amor y tragazón con nosotros. Vivimos cerca del Periférico, la imagen de un pequeño cadáver oscuro, tieso junto al muro de contensión no dejaba mi mente.Pero la encontramos.Luego, (como 48 horas después) Tota se dio cuenta de que podía confiar en mí y desarrolló una codependencia hacia mis faldas y mi presencia. Toda la situación removió cosas extrañas en Jos, quien le atribuía razones humanas a su desprecio y tremendo azoro. La perra resultó más eficaz que un psicológo para proyectar complejos y asuntos a medio cerrar, despertó en Jos una frustración inaguantable que explotaba todos los días. Y yo como salero ahí entre mi novio y la perra, entendiéndolos a los dos, buscando textos de César Millán y demás gente experta en lidiar con canes tímidos. Jos no hizo caso de nada y eso me frustró a mí de vuelta. Los gestos que yo encontraba adorables en To, desquiciaban a Jos y lo llevaron a amar más a nuestra otra perrujilla, la cuasigato Molly.
Molly no le hizo caso a Tota las primeras semanas. Le dio su espacio a la loca para que se aclimatara y con el tiempo las dos comenzaron a retozar y jugar. Creo que Jos debió imitar la actitud de Mo, tan sabia en su empatía perruna, más elocuente que Millán.
To ya le tiene menos miedo a Jos, quien nunca la ha podido ignorar, Jos no se aguanta de tomarla en brazos y acariciarla mientras To es una cosa rígida que tal parece que viaja a su torturado pasado en un ataque de estrés postraumático ( Jos y yo dedujimos que la maltrataban hombres, y muy probablemente había uno barbón y grandote que la golpeaba con especial saña. Cabrón.)Pero los perrujos le sacan a uno una ternura que no sabía que tenía. Cuando escuché a Jos decirle «Toti» a Tota supe que aunque a veces nos gane la desesperación vamos a estar bien en esta aventura de adaptación.
A Molly le llevó muchos meses dejar de ser tan altanera y mamona con cualquier homínido que no fuéramos nosotros. Así que Tota le lleva ventaja en su propio proceso.
Y bueno, pues que amo a mis perrashijas.
Adopten.
«Never complain, never explain. No one is paying you for either. Keep shining, crazy diamond. Carry on with your mission.»
Caitlin Moran
El 2013 nos agarró en Los Ángeles pero ya sabía que regresaríamos a Guadalajara. Me moría de frío en el Universal City Walk cuando dieron las doce y el DJ del evento que estaba a reventar nos puso la de «Gangam Style». Al volver a casa, mientras esperábamos el metro en el andén, me quité los aretes y uno de ellos se me cayó, quebrándose. Esos aretes me los había obsequiado mi mecenas a principios de diciembre.
Mi suegra y mi cuñado nos visitaron durante la primera semana de enero. Los paseamos por los lugares que Jos y yo habíamos aprendido a amar en esa ciudad y cuando ellos regresaron, los preparativos para volver a México comenzaron. Devolvimos los muebles que un amigo de mi mecenas nos había prestado, cancelamos los contratos de luz, agua, gas y el internet. Vendimos nuestro colchón y regalamos los demás enseres de la casa. Mandé por FedEx a México mis libros. Mi mecenas y yo firmamos una especie de contrato que definiría nuestra forma de trabajar desde ese momento.
Regresamos a Guadalajara el 31 de enero, muy contentos de estar de vuelta pero con muchas deudas que pagar. Nos movimos para juntar dinero y al cabo de unas semanas ya no debíamos nada. Vivimos en casa de mi suegra por dos meses mientras nos recuperá amos financieramente, disfrutando de la exquisita comida de la abuelita de Jos, de trabajar en la mesa del jardín y de la maravilla que es vivir en Las Fuentes.
Fue en este período que comencé a experimentar una fuerte ansiedad al tratar con mi mecenas y a sentir la ambivalencia de su apoyo, sus dudas e incluso, tal vez, su arrepentimiento de haberse metido en el borlote de apoyar a una artista. Esta ansiedad, junto con la sensación de fatalidad de que todo podía irse a la mierda me llevó a producir obra de manera compulsiva, a mandarle regalitos y cartas donde le abría mi corazón en una especie de súplica tácita de que no retirara su apoyo. Nunca he sido capaz de separar los negocios de las emociones. No quería faltar a mi parte del trato por ningún motivo aunque debido a mi nerviosismo, la obra que produje en esos meses y los que siguieron no fue -con pocas excepciones- buena.
En Abril nos mudamos a la que sería nuestra casa y también la primera sede en Guadalajara de la Diana Martín Gallery. Una casa enorme, vieja y maravillosa en la calle de Miguel Blanco, muy cerca del templo Expiatorio. Invertimos en dejarla hermosa para nuestro primer evento: en mi cumpleaños preparamos un ramen multitudinario que espero mucha gente recuerde con cariño, no le cobramos a nadie y no paramos de trabajar. Fue en este día que mi mecenas me comentó que le mandara toda la obra que hubiera producido. Lo hice. Después, en agosto, descubrí que nunca la desenvolvió.
También en Mayo llegó a nuestras vidas Molly, nuestra bella perrita negra. Salimos a tomar una nieve y en aquella veterinaria estaban dando animalitos en adopción. Regresamos a casa con aquella cosita flaca de ojitos tristes que había sido arrojada a la calle por sus anteriores amos. Molly nos ha hecho muy felices desde entonces, es la perrita ideal: tranquila, listísima, cariñosa, juguetona, mamoncilla y casi muda. Nuestra chiquita.
En los siguientes tres meses seguimos con el esquema de los eventos todas las semanas, todos los viernes. El objetivo: que más gente conociera la obra y me conociera a mí, que cenaran y bebieran rico y claro, que compraran ya fuera un grabado o una reproducción firmada en papel fotográfico. Logramos ventas pero con pocas excepciones fueron significativas monetariamente. En los eventos cobrábamos una cuota de recuperación para solventar lo que se había invertido en la cena, sin ninguna ganancia. Con el tiempo nos dimos cuenta de que la gente no ponía mucha atención en la obra sino en la peda, que no subían a los cuartos de arriba a ver los cuadros y que el verdadero negocio estaba en la venta de originales y grabados.
Entonces ajustamos la estrategia, ya no cobramos por los eventos, ya no vendemos reproducciones. De ese modo se le da mayor dignidad y nivel al evento.
Pero antes de que aplicáramos esto, hubo dos eventos memorables en la casa/galería, déjenme explicarles: también pensamos en prestar la casa para eventos ajenos para que más personas conocieran mi trabajo. Esta estratagema fracasó en lo que a ventas se refiere pero, como les comento, nos dejó un par de experiencias muy especiales. A finales de Junio un buen amigo cumplió años y pues se festejó con una magna fiesta donde hubo Body Sushi, además de excelente música y comida. Por esas fechas acabábamos de ver Gatsby y les juro que la exclusividad de este evento junto con la producción nos hizo sentir que éramos los anfitriones de una de las legendarias fiestas de aquella mansión en la ficticia West Egg. Un cónclave de este tipo no se logra sin tener una gran química y complicidad entre organizadores, cosa que vaya que hubo y sigue habiendo. Un cuadro salió de lo que vi esa noche, y les puedo confiar que está en manos de sus legítimos dueños.
El otro evento fue en septiembre, en el cumpleaños número 33 de nuestra querida amiga Lizeth, esta fue una noche bohemia de ésas de las que tanto cacarean los artistas viejos mientras suspiran sobre sus juventudes pasadas, hubo palomazo, un collage homenaje a los que hicimos posible el festejo, exquisitas tostadas, martinis y peda sincera para el bien del corazón y el espíritu de todos.
A finales de agosto volví a Los Ángeles a entregar obra. En esa breve visita confirmé mis sospechas: mi mecenas no estaba cumpliendo con su parte del trato, no sólo no estaba promocionando mi trabajo sino que me echó en cara que no se vendiera, me dijo que esta a saliéndole muy caro y que ese dinero, guardado en el banco, le daría mejores regalías. Inmediatamente le propuse cancelar nuestro acuerdo pero él me dijo que deseaba continuar. También, como expliqué más arriba, ni siquiera había abierto el paquete que le había enviado meses atrás. No entendía entonces cómo me echaba en cara a mí no haber hecho lo que a él le tocaba. Me sentí fatal. Estaba entregando mi obra a un tipo que sólo la estaba guardando en una bodega/cochera/oficina sin que el mundo llegara jamás a conocerla.
La historia con mi mecenas de Los Ángeles comenzó cuando él conoció mi obra y enloqueció con ella. Luego me conoció a mí y nos hicimos buenos amigos, de esos que se llaman con frecuencia y comparten pensamientos, gustos, esperanzas, terrores. En agosto su actitud me sorprendió, me dolió, pero sobre todo me encabronó. Sobre todo porque yo había procurado cuidar la amistad y mi relación con él estaba impecable.
Volví a Guadalajara y en Octubre arrancamos el proyecto de Coleccionistas, por primera vez en años yo volvía a reclamar la soberanía sobre mi obra y a quién se la vendía. Después de tres meses puedo decir que va despacito, a fuego lento pero seguro. He sentido el respaldo de coleccionistas a quienes no había podido ofrecerles mi obra en mucho tiempo. Todo esto porque dibujar es lo que mejor sé hacer en esta vida y mi verdadera pasión. Desde el kinder nunca he dejado de tener el callo del dibujante en mi dedo anular derecho.
Arranqué el proyecto cuando mi mecenas angelino dejó de pagarme lo acordado, lo arranqué porque ya era hora de ser un poco más astuta y más inteligente. Lo arranqué porque me di cuenta de que ese mecenazgo me llevaría a estancarme. Lo arranqué porque era el momento preciso.
Tener un mecenas es maravilloso en muchos sentidos: te despreocupas del dinero y puedes concentrarte en producir, la paz que esto te procura te abona la creatividad, propicia el vagabundeo crucial que precede a toda obra, otorga libertad en la designación de tus horas de trabajo e invariablemente llegas a conocer profundamente a quien te patrocina, forjándose una relación. Yo he tenido dos mecenas a lo largo de cinco años. Puedo decirles que cometí errores cruciales como no negociar claramente los términos de la asociación, me costó mucho trabajo poner límites, los mecenas tienden a ser personas muy controladoras y en algún momento querrán controlar tu trabajo, aunque sea sólo con suaves sugerencias cuyo verdadero significado resuene entre líneas. Yo desarrollé una desmesurada gratitud hacia ellos, ello puede provocar que les salga su veta magnánima o su veta tiránica, las dos cosas me sucedieron. Cuando todo esto comenzó a ocurrirme yo tenía nula idea, y sigo teniendo poca, de cómo separar los negocios de las emociones. Pero ellos sí que saben cómo, y al notar que tú no, lo usarán para sacarte ventaja. No es personal, es la naturaleza de los hombres de negocios.
Estar a la sombra de dos de estos personajes fue una experiencia grande y muy fuerte. Me di cuenta de que creo que merezco poco, de que aún tengo que trabajar mucho con mi autoestima como artista y persona. También me percaté de lo ética, leal y trabajadora que soy y que estoy llena de recursos y de imaginación. Desde pequeña me ha salvado mi mundo interior, tan terrorífico y maravilloso.
En agosto conocí también a otro personaje extraordinario en Marisa Caicholo, directora de la Galería ADC Building Bridges en Bergamot Art Station en Santa Mónica. He comenzado una relación con ella y su bello espacio donde sigo escribiendo mi historia en Los Ángeles.
En diciembre mi mecenas de LA dio por terminada nuestra asociación por medio de un correo de su secretaria. Así nomás. Y a mí no me dio tiempo de gimotear porque había mucho que hacer, mucho que negociar, mucho que dibujar y mucho que proyectar.
Mi 2013, nuestro 2013. El que hemos caminado Jos y yo. Porque sin él a mi lado, nada de esto sería posible. Él potencializa mi fuerza con su fe, mi imaginación con su trabajo, mi vida con su presencia. Gracias a él que ha soportado estar con una artista y amarla a pesar de este temperamento a veces gélido y a veces borrascoso.
Ya vente 2014, hay mucha tinta para llenarte los días.
Comagon Guadalajara 2013, un recuento.
Estuvimos este viernes, sábado y domingo pasados en El Refugio en Tlaquepaque por la Feria del Cómic, Narrativa y Multimedia Comagon. Montamos una pequeña sucursal de la Diana Martin Gallery en uno de los cuartos de este bello recinto para probar suerte por primera vez en un evento de cómics. Eventos a los que fui asidua durante mis años de preparatoriana y más allá, en las épocas del apestosillo Salón Nápoles para el Mangatrón y el sótano del Hotel Carlton para la Comictlán, eventos donde me gastaba mi salario de mesera para hacerme con las obras del cuarteto CLAMP. Luego me tomé en serio la dibujadera y ahora, después de tantos años regreso a estos eventos como expositora, he aquí el balance:
No hubiera participado en la Comagon de no haber sido por un correo que me enviaron los organizadores. Amablemente vinieron a mi casa por la lana de la renta del espacio y nos explicaron que estaban invirtiendo en publicidad y que llevan nueve años organizándolo. También nos comentaron que en los muros de El Refugio está prohibido clavar, así que tendríamos que ingeniárnoslas de otra manera para mostrar la obra. Al final, a ese respecto todo salió bien: apoyamos los cuadros en la pared sobre la mesa larga que nos proporcionaron, llevamos sillas extras a manera de atriles y además usamos los alféizares de las ventanas para mostrar el trabajo. Como el lugar es muy bonito, la obra lucía bastante. Hasta aquí todo bien.
Llegamos el viernes 30 por la mañana a un evento vacío. Las poquísimas personas que entraron a nuestro espacio eran de los mismos expositores. Observamos con desaliento como varios de los demás mejor decidían cerrar para no seguir perdiendo el tiempo. Creo que pocas veces en mi vida me he sentido tan inútil como ese viernes en el que además después de comer me atacó despiadadamente el mal del puerco y, sentada en el piso, apoyé la cabeza en la rodilla de Jos y me eché una getita que era tanto de cansancio como de supremo hartazgo. Para acabarla de amolar, decidimos dejar el coche en un estacionamiento llamado «El Grillo» que nos cobró 150 pesos por todo el día. Una completa rateriza. Los otros dos días dejamos el auto en la calle. Aquí hay un punto en el que los organizadores podrían trabajar: llegar a un acuerdo con algún estacionamiento para negociar una tarifa preferente para los expositores del evento.
El sábado y domingo hubo mucho mejor afluencia, muchos y muchas cosplayers se pasearon por los pasillos y yo me reencontré con personas que hace añales que no veía. Aquí descubrí que no soy buena prediciendo el futuro de las personas y que los caminos de los demás han tenido más tumbos y tropiezos que el mío. Y cómo otras personas han permanecido donde mismo, sin cambiar la gran cosa. Todo esto me hizo reflexionar acerca de mi propio rumbo, las decisiones que he tomado a pesar de tener miedo e inseguridades y que ahora menos que nunca me puedo permitir flaquear (bueno, un poquito a veces, pero en privado).
Otro detalle que hubiera levantado más el evento es que de haber habido una red wi-fi abierta los asistentes hubieran podido subir fotos, tuitear, hacer check-in en foursquare, y etc. En fin, sacar provecho de las redes sociales para publicitar el evento. Algo más: al segundo día ya no hubo papel higiénico en los baños y yo, habiendo prevenido este escenario desde el viernes, tuve a bien llevarme un rollo que nos salvó de la pena de tener que aguantarnos o de salir a comprar o pedir, (supe de una de mis compañeras dibujantes que tuvo que aguantarse de ir al baño hasta el final del día. Me lo contó el domingo y claro, ofrecí compartirle de mi rollo).
Conocí a un editor de DC Comics, a un reportero freelance de la revista de Aeroméxico, a un chavo que tiene una startup de difusión de las artes digitales, y además muchos jóvenes que aprecian el arte y que amaron mi trabajo. Me gusta pensar en Comagon como un semillero de futuros compradores, la mayoría de los chavos y chavas son preparatorianos y difícilmente tienen los recursos para pagarse una reproducción, mucho menos un grabado o un original; y es que si hablo del aspecto meramente financiero de nuestra experiencia en esta feria, el balance es ciertamente negativo pues no recuperamos ni siquiera el costo del stand.
Otra cosa que hicimos fue poner una libreta donde quienes se quedaban con la inquietud de seguir teniendo noticias del proyecto podían dejarnos sus nombres y correos electrónicos, así se enterarán de nuestros eventos mensuales por medio del newsletter que redactará el director de la galería. Tomamos esta decisión porque las tarjetas, por más hermosas que sean, son en la mayoría de las ocasiones como mensajes en una botella que jamás regresa.
Claro, no falto la persona morta y cuentachiles (un señor con quien sostuve un corto debate acerca de si es mejor el cristal natural o el antireflejante) que a pesar de los descuentos quería que se le regalaran las cosas, y que además tiene el cinismo de quererte vender la idea de que te hace un favor dándote tres pesos por ella. Con todo respeto, a la chingada con esos clientes.
Mis clientes/coleccionistas son aquellos con la sensibilidad que percibí en estos jóvenes combinado con el poder adquisitivo de un adulto que no la ha perdido en el camino, espero que muchos de los jóvenes que asistieron a Comagon la conserven pasados sus treintas y pueda entablar un rico diálogo con ellos por muchos años.
Vivir en una galería
Este viernes cumplí años y decidí, el mismo día, abrir mi galería. Desde hace algún tiempo aprovecho el día de mi onomástico para empezar cosas importantes. Hace dos años fue el lanzamiento de esta página web, este año el nacimiento de la Diana Martin Gallery: un lugar que ya llevaré conmigo a dondequiera que vaya, una marca que a lo largo de los meses iré haciendo crecer poco a poco. Volví de Los Ángeles con este propósito y después de un par de meses de ajustes hela aquí.
Este viernes cumplí años y decidí, también, que prepararíamos un ramen para todos los invitados. La idea era alimentar no sólo los ojos de los visitantes con la obra en las paredes sino también estimular sus papilas gustativas. Si el arte llega al alma, la comida tiene un atajo hasta el corazón. Y así fue como inauguramos: entre platos de ramen tonkotsu, bebidas, música, amigos de toda la vida y amigos desconocidos de amigos. Poco a poco queremos ir tejiendo esta cadena de contactos de personas amantes del arte que estén dispuestos a invertir en una reproducción firmada de excelente calidad y que además, ya va enmarcada. Lista para colgarse. Y además a un súper precio: mil pesos cada una. Sí, con el marco incluido.
Este viernes la fiesta se dividió entre la azotea y la galería. La gente fluyó muy bien en esta casa donde las plantas han crecido a su antojo bajo nuestro constante regar. Cuando llegamos dábamos por muertas a algunas, pero las semanas de fieles cubetazos de agua a la puesta de sol las han convencido de arrojar nuevas hojas.
Y otra cosa maravillosa sucedió: el sábado que hizo un clásico calorón de mayo pasamos frente a una veterinaria donde estaban dado perritos y gatos en adopción, vimos a una perrita negra al fondo de la tienda; en la jaula de la esquina inferior izquierda. Apenas se la veía, pero ella, aguerrida y estresada, arañaba el acrílico que hace las veces de barrotes en esos cubículos-celdas. Preguntamos por su nombre.
Molly. Como Molly Grue la de El Último Unicornio.
Así fue como al abrazarla nos dimos cuenta de que sí la queríamos, corrimos por los papeles necesarios y ahora vive aquí, en la Diana Martín Gallery. Es una custodia encantadora con una historia de abandono y maltrato que sólo hace que la quieras más.
¿Pues qué más puedo agregar? Si gustan conocer el espacio y las reproducciones disponibles manden un mensaje aquí para agendar una cita, también pueden mirar la página de inicio donde hemos subido las imágenes disponibles.
Las y los esperamos,
Un abrazo.
Diana Martín.
Juan Peregrino
Juan Peregrino tiene las palabras para salvarnos a todos, contar historias es oficio peligroso y hay que estar dispuesto a arriesgarlo todo. En esta escena el Sr. Peregrino se fuma una pipa que encendió con el papel en el que escribió una historia descartada. Grabado en aguafuerte, barniz blando y punta seca.
[lang_es]Ya voy para tres meses con el cabello morado. Decidí hacer un cambio para cerrar el año. Un año bastante movido que remató con mi primera exposicion individual en los Estados Unidos y además la publicación de mi primer libro, concebido y creado con mucho trabajo y sin divismos por Rafael Villegas y su servilleta. Todo esto se juntó con la posibilidad de radicar en la ciudad de Los Ángeles, ciudad donde ahora me encuentro y donde creí que me quedaría por una buena cantidad de años.
Las cosas se han movido. He pasado momentos de euforia, felicidad y orgullo por los frutos de años de trabajo. Y también por una tremenda presión que nace del sentimiento de no querer defraudar a quienes han puesto en mí su fe junto con sus recursos, esto mientras trato de mantenerme fiel a mí misma al tiempo que me debato con la típica crisis creativa que sigue a toda expo individual. Ahorita nada de lo que estoy haciendo me gusta. La añoranza, la melancolía por todo aquello que me contenía ha despertado desconocidas vetas de mi mundo interno.
Con mi típica testarudez he desoído voces que me aconsejaban no venir aquí, convencida que aquí esta mi lugar.
Regresé a Guadalajara a desmantelar mi casa, volví también para la FIL.
Ahora estoy en Los Ángeles. Todo esto lo he vivido con el cabello morado.
Para tener el pelo de este color pasé primero por la decoloración de rigor: el tinte no entra en un cabello oscuro: tiene que ser un lienzo en blanco -o en amarillo- como fue este el caso. La decoloración pica, se siente como si cientos de hormiguitas corrieran por tu cuero cabelludo. Cuando eres güera viene la aplicación del tinte morado seguido por largos minutos de espera que culminan en el lavado del pelo: el exceso de tinte sale y luego sales tan campante a la calle con el cabello de un morado profundísimo. Con las orejas y la nuca moradas eso sí, pero flamante.
Lo que nadie me explicó, -fue la primera vez que me pinté el pelo- era que en cada ocasión que me bañara mi pelo iba a chorrear pintura; me aterré al principio, pensando que emergería de la regadera con el pelo amarillo, sorprendida ante la tremenda cantidad de pigmento que corría por mis piernas. De como quedaron las toallas, sábanas y almohadas ni hablar. A la segunda retocada, acontecida unas dos semanas y medio más tarde y ante la inminencia de la presentación de Juan Peregrino en Bellas Artes, la experta me regaló una especie de tratamiento de chocolate: con esa pastita podría librar los días sin tener que usar el temido champú, destructor de los tintes de colores de fantasía. La usé.
Luego vine a Los Ángeles a arreglar detalles de la expo. El horror fue como dejé cada noche las toallas inmaculadas de nuestro cuarto de hotel, pues aunque usaba gorra para baño, un poquísimo de agua era lo que bastaba para que el tinte se me escurriera por la nuca y el salpicadero morado comenzara de nuevo. Al final de la breve visita esperaba que me cobraran un dineral por lo que arruiné, pero tuve tremenda suerte, no cobraron nada extra.
Eso sí, el nuevo look fue un éxito. Lo amaron mis coleccionistas, las autoridades del Consulado, los angelinos, las niñitas y las agentes aduanales.
Lo he retocado otras dos veces acá en Los Ángeles, donde además usan una especie de casco que expide calor. Creo que eso ha ayudado a que dure más el color y se chorrié menos. Un tinte de estos te dura a lo mucho unas tres semanas antes de que el pelo comience a verse de un feo amarillo mezclado con el color natural de las raíces.
Creo que si me hubieran explicado todo lo que implica tener un color de fantasía en el cabello no lo hubiera hecho. Ahora sé que no lo volvería a hacer. Por lo menos no en toda la cabeza.
Vivir todos estos cambios tan fuertes con una mata de cabello púrpura en la cabeza ha sido muy simbólico. Ahora que las cosas están calmándose, he dejado al morado desvanecerse poco a poco, estoy segura que mi vuelta al mejor estado de creatividad vibrante coincidirá con el regreso del cabello castaño.
Y la vuelta a México.[/lang_es][lang_en]
It´s been three months since I´ve had purple hair. I decided to change for the closing of the year. A very exciting year that finished with my first solo show in the United States and the publishing of my first book in coauthorship with Rafael Villegas, a piece of art made with hard work and no overblown egos from either of us. All of this collided with the possibility of living in Los Angeles, city where I am currently and where I tought I´d be living for some years.
Things have been moving. I have been through moments of euphoria, happiness and pride for the rewards of years of hard work. And also through the tremendous pressure stemming from my feeling of not wanting to dissapoint the ones who have placed their faith and resources in me, all this combined with my desire to stay true to myself and the creative crisis that follows a solo show. I don´t like anything of what I am drawing now. The longing, the melancholy for all that has contained me in the past has opened new chambers of my inner world.
As is usual in me, I didn´t listen to voices advising me against coming here for I was convinced that my place was here.
I returned to Guadalajara to dismantle my house. I also went back for the International Book Fair.
All of this I have lived it with purple hair.
In order to have this color on your hair you have to bleach it first, for the dye won´t stick on dark hair. It has to be a white canvas, -yellow in this case. The bleaching process itches, it feels like hundreds of little ants are running amok on your scalp. Once you are blond then the purple dye is applied followed by long minutes of wait that end with a hair wash that rids you of the excess of dye. Then you finally step out of the salon feeling fabulous about your deep purple hair. With purple ears and nape also, but still fabulous.
What nobody explained to me -it was the first time in my life I had dyed my hair- was that each time I´d wash my hair dye was going to come off. I was terrified at first, thinking that I´d step out of the shower with blonde hair again, bewildered at the sight of the purple rivers streaming down my legs. And I haven´t spoken about how my towels, sheets and pillows ended. When I had it retouched, two weeks and a half later and with the Mexico City book presentation coming, the expert gave to me some sort of chocolate hair treatment that was supposed to act as a no-foam shampoo, the all time killer of fantasy hair colors. I used it.
Then I came to LA to finish some details of the show. The horror was how I left the inmaculate towels of our hotel, for in spite of my religious use of a shower cap, the littlest amount of water was enough to cause the dye to run down my nape and for all the mess to start again. At the end of the short visit, I was expecting to be overcharged for the ruined towels but I was lucky. They charged nothing extra.
What I can say for sure is that the look was a complete success. My collectors loved it, the Consulate authorities, the angelenos and it was a super hit among little girls and female custom officers.
I have had it re-dyed twice in LA. Here they also use a helmet-like contraption that dries using heat. I think this has helped the color to last longer and come off less. A dye like this lasts three weeks, afterwards the hair begins to show an ugly blonde mixed with the root´s natural color.
If someone had explained to me all that comes with having a fantasy color on the head I think I had never done it. NowI know I wouldn´t do it again. At least not in all my head.
Going through all this strong changes with a purple mop on my head has been very symbolic. Now that things are calming down, I have left the purple fade little by little, I am sure that the return to a vibrant creative state will coincide with the return of my natural chestnut hair.
And the return to Mexico.[/lang_en]
Mab, la bailarina de cuatro piernas, anima a su compañero de troupe a beberse un té que le alivianará el alma. Lo ha preparado con amor y la ayuda de su asistente rata. Tinta sobre papel.
La Compañía del Equilibrio
Mab escala la trompa de su compañero para tomar el té con su hermana Cordelia. Este es el clímax de su espectáculo. El milagro del equilibrio en movimiento. Tinta sobre papel.
Cosas que ya no existen
Mab y Cordelia comparten su lecho con alcas, pájaros dodós, rinocerontes negros y extraños roedores que ya no caminan más por este mundo, exterminados por la avaricia y la ignorancia. Para ellas son los mejores compañeros, quienes mejor pueden comprenderlas. Grafito sobre tela.
Ni siquiera el Dr. O´Otho con su sapiencia pudo ayudar a Cordelia con su ausencia de piernas. Ella lo toma con filosofía. Puede que haya cosas peores, ella tiene confidentes con quienes compartir sus cuitas. Grafito y acuarela sobre tela.
Mab y Cordelia se complementan muy bien: la música del corno de Cordelia anima como nada a Mab a bailar, a lanzarse a la calle irregular a zapatear sobre sus dos pares de calzado rojo. El elefante de cinco patas brinda solemnidad al espectáculo. No es cosa que se vea todos los días. Grafito y acuarela sobre tela.
Locomoción Animal
Cordelia sueña con todos los tipos de piernas que podría tener. Incluso ha considerado tener unas de mujer. Tinta sobre papel.