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El mundo que elijo habitar

Hoy volvía de ver a unas amigas con quienes fuí invitada a un encuentro de chicas geeks. Nos reunimos a planear de qué hablaremos en tan magna ocasión en que la parte femenina de la composta.net representará con clase y orgullo a nuestra comunidad de bloggers y podcasters.

La cosa, el meollo pues, está en que en los últimos días he visto a mucha gente. Muy diversa, de distintas sendas de vida, de edades dispares, de trabajos disímiles, de circunstancias de todo tipo. Lo que ellos y ellas tienen en común es que me conocen, ellos y ellas son mis amigos o bien, llevan mi misma sangre.

Unos habitan mundos en los que respiran en pareja y se mueven en rumbos arbolados, deambulan por hogares llenos de la luz del sol; otros visten de riguroso y elegante negro, tienen una pulsátil vena hedonista y escuchan excelente música, en su mundo, la ilusión parece estar apagada, el cinismo reina rampante, sus intelectos son despiadados, afilados como navajas, tienen un corazón nobilísimo bajo los ropajes oscuros. Para otros, la soledad preside sus horas, su mundo interior es intrincado, innavegable a ratos, desencantado siempre, un venero inagotable de imágenes, ignoran cómo poner límites y los demás suelen abusar de ellos. Algunos viven en un momento gris de supremo desengaño, la realidad parece demasiado opresiva, ofrece pocos argumentos que puedan convencerlos de seguir aquí, son hipersensibles, empáticos, y miran a quienes -casi- nadie mira. Otros están en una lucha por mejorar lo de afuera, y automáticamente, mejora lo de adentro. Tienen nuevas ligas con otras realidades, y estoy segura que algo terminará por coronar tantos esfuerzos. Otras viven en esferas estables de rosas tornasolados, en zonas de confort desde donde no pueden intuir los barrotes invisibles de su prisión.

No sé qué mundo terminaré habitando yo, lo cierto es que ahora me muevo por todos los antes mencionados, algunos me atraen mucho. Soy como una polilla, aquellos con mucha luz me jalan, quiero aterrizar en uno así. O crearlo. Nada hay fijo para mí ahora. La baraja está desplegada. Miro cuidadosamente mis cartas.

Elijo los habitantes de mi mundo, con total libertad. Y un poquito de miedo también.

D.