Andábamos por ahí en la web el otro día y nos encontramos esto:
A continuación lo traducimos para beneplácito de l@s visitantes de este callejón de cochinada:
Las ventajas de ser una artista mujer:
1.-Trabajas sin la presión del éxito.
2.-No tienes que estar en exposiciones con hombres.
3.-Puedes escapar del mundo del arte en tus trabajos freelance.
4.-Sabes que tu carrera podría despegar después de que cumplas los ochenta.
5.-Tienes la certeza de que cualquier clase de arte que hagas será etiquetado de femenino.
6.-No te quedarás atascada en un puesto docente vitalicio.
7.-Ves vivir tus ideas en el trabajo de otros.
8.-Tienes la oportunidad de elegir entre la maternidad y la carrera.
9.-No te asfixias al fumar enormes habanos ni has de trabajar enfundada en gigantescos trajes italianos.
10.-Dispondrás de más tiempo para trabajar cuando tu pareja te bote por alguien más joven.
11.-Eres incluida en versiones revisitadas de la historia del arte.
12.-No tienes que pasar la vergüenza de ser llamada «genio».
13.-Ves tu foto en las revistas de arte usando un traje de gorila.
Esta lista nos intrigó sobremanera. Más cuando es precisamente una mujer que quiere llamarse a sí misma «artista», la que administra este blog. El punto uno me fascina, pues aunque la idea de «éxito» es un término completamente subjetivo dependiendo de la escala de valores de cada persona, me considero exitosa al tener independencia y además ser una enormísima mantenida por mis pobrecitos monos. Espero que el punto cuatro se me haga realidad mucho antes de cruzar el umbral de mi octagésimo cumpleaños. El punto cinco me pasa todo el tiempo. Aún no me encuentro en la encrucijada que plantea el octavo, me he medio ahogado por querer hacer a lo que se refieren en la primera parte del noveno, espero que el diez no me ocurra nunca y el doce es completamente genial.
Pues resulta que este increíblemente ácido, ingenioso -y verídico- poster es obra de un grupo de feministas activas desde mediados de los ochenta quienes se autoproclaman Guerrilla Girls.
Las mujeres que forman parte de esta agrupación portan máscaras de gorilas en sus apariciones públicas, -de ahí lo del punto 13 de la lista anterior y lo del nombre; la palabra guerrilla y el vocablo gorila en inglés suenan casi igual- se reúnen muy lunáticamente cada 28 días, y usan como seudónimos nombres de mujeres artistas ya fallecidas. Estas féminas enmascaradas buscan denunciar el sexismo y el racismo en todas sus manifestaciones, han llegado incluso a autoproclamarse «la conciencia del mundo del arte» (estas palabras pueden leerse al pie de la lista que publiqué al inicio del post).
La agrupación recibe donaciones de mujeres simpatizantes, también obtiene ingresos de la venta de sus posters y publicaciones, de los pagos de sus seminarios y charlas. Han sido objeto de grandes debates, se ha escrito sobre ellas en cientos de tesis doctorales, son entrevistadas por grandes cadenas televisivas como BBC o CNN, y en marzo de este año, Yoko Ono les otorgó el premio Courage Award for the Arts.
No puede regateársele a estas chicas ni la inteligencia ni la agudeza. Su ácido sarcasmo intenta corroer el óxido de los prejuicios, las nociones anquilosadas que aún en pleno siglo XXI se niegan a morir. Se ha avanzado considerablemente en la lucha por los derechos de las mujeres y las niñas, pero aún estamos lejos de haber alcanzado un equilibrio.
De repente se me ha ocurrido que siempre he tenido ganas de traer una máscara de gorila en mi bolsa y hacerme llamar Artemisia Gentileschi.
Todos los padres que tenemos hijas querríamos que se convirtieran en Guerrilla Girls cuando crezcan, y que nunca nos lo confesaran—Russell Banks, novelista.
La mustiosidad ataca de nuevo. Pues no sé porqué no le hice caso a toooodas las señales que me advertían en contra de tomar cierto rumbo hoy por la noche. No es verdad. Sí lo sé. Por compromiso caray. No lo vuelvo a hacer. Ví el espectáculo más grande de mustiez que jamás se me ha dado a ver en lo que va del añejo este. Y pues no puedo afirmar que me afectó horrorosamente, mas bien lo que ví me decepcionó. Diablos. No quería creer la evidencia. En fin. Mejor.
Recién recibó una lección en hombrología por parte de una chica de 20 años. Otra de no-se-qué-diablos-quiero por parte de un tipo de 30.
La siguiente crónica salió publicada en el número 20 de la revista KY. La autora es la moradora de este callejón de porquería a quien también le ha dado por cronicar. No dejen de buscar la KY en la calle, es gratis, es mensual y es fabulosa.
Mónica tenía dos meses de embarazo cuando una noche escuchó el llanto de su hijo no nacido. Eran las 10:30 pm. A la mañana siguiente, una hemorragia le anunció que lo había perdido. Pero ella ya estaba sobre aviso de que su hijo se marcharía. Su amiga Flor se lo había dicho un día antes: “Pero te dejará un recuerdo, lo escucharás llorar”. Mónica ya lo presentía. No la tomaron por sorpresa las palabras de su amiga. Dejó ir a su hijo en paz.
Tiene 23 años y tres hijos. Detesta su ocupación porque le causa mucha mala conciencia. Cuando le pregunto qué lecturas le gustan me responde que no lee más que la Biblia, y que la lee completita una vez al año. Su libro favorito es el Génesis. No terminó la preparatoria porque se embarazó y se casó. Tiene una inteligencia despierta y un idealismo anacrónico que no acaban nunca de encajar en el lugar donde trabaja: el mercado Corona. “El Génesis nos dice que Dios creó el cielo, una esfera suspendida sobre la nada. Si te fijas, la Biblia es un libro viejísimo de antes de que se descubriera que el mundo era en realidad una esfera suspendida sobre la nada” me explica sonriendo, con la mirada luminosa de alguien quien comparte un descubrimiento.
Si fuera menos brillante, tal vez, nadaría sin problemas en el conformismo, creo yo, pero ella sueña con poner su propia tienda de abarrotes allá donde ella y su esposo están construyéndose su casa con sus propias manos, en El Salto, a poca distancia del río Santiago.
La segunda planta del Mercado Corona es, en este tórrido mayo, un marasmo de humores, colores y sonidos que pierden su frescura casi en cuanto tocan la existencia. El ambiente es opresivo. Huele a pescado a punto de podrirse. Las chicas de las marisquerías bañan la mercancía a jicarazos tratando en vano de mejorar su aspecto. Las grandes piezas de res y puerco exhibidas sobre los azulejos blancos y sanguinolentos de los mostradores de las carnicerías lucen decenas de voraces moscas, de los marcos de las yerberías cuelgan ramos de ruda, romero y albahaca. Las campanitas amarillo brillante de las flores de manzanilla se apilan, con sus hojas ya medio retorcidas por la falta de humedad, sobre el suelo o sobre las mesas de los locales. Y su fragancia apenas se aprecia en medio del olor a sudor de tanta gente que se acumula en los pasillos a veces resbaladizos pero siempre estrechos. Es en este mar de cuerpos donde también te encuentras de frente con la santería, con artes adivinatorias como la cartomancia o la quiromancia, con todo el aparato de la mercadotecnia de la magia blanca al servicio de toda persona enajenada por la mala fortuna: el batallón de aguas espirituales, amuletos, aceites y perfumes consagrados, polvos mágicos, efigies de la Santa Muerte repletas de rebabas y por supuesto; los jabones mágicos multipropósito, cuyas cajas son en sí misma obras de arte popular.
Mónica puede hacer que dos personas que no están destinadas a estar juntas lo estén. Lo suyo es el oficio de la energía, de la voluntad dirigida. Hace velaciones, limpias y amarres. Y sin embargo, ha vivido su vida sin oponer resistencia alguna a sus circunstancias. Es quizá desde este punto dónde ella ha comenzado a descubrir lo que de verdad quiere.
“La biblia dice que en el cielo no hay lugar para los brujos, para los magos, para quienes trabajan con la manipulación. Siento que engaño a la gente al venderle cualquiera de estos productos, es nefasto mentirles, pero tengo muchos gastos y no puedo parar” dice al referirse a los jabones consagrados, a las aguas espirituales, a los inciensos, polvos mágicos, amuletos y veladoras que oferta en su puesto.
Su esposo, trabajador de la construcción, no comprende su remordimiento. Ella se ha sincerado con él “miles de veces” pero para él, la ocupación de su mujer es sólo un negocio. Cuando ella expresa que desea dejarlo, él la convence diciéndole que qué harían entonces si él pierde su trabajo. Y es que Mónica ha llegado a ganar, en un buen día, hasta 4,500 pesos. El promedio es de 500 pesos por jornada esotérica.
Me lee las cartas, detrás del diminuto mostrador hay una mesita destartalada y dos pequeños bancos de patitas inestables. Dispone los cuarenta naipes forrados de cinta diurex en filas de diez, una debajo de la otra e, inevitablemente me habla del amor. Le atina a todo. Le pregunto que con qué sueña. Me entero que sus sueños a veces están poblados de gigantescas ballenas cruzando aguas cristalinas. Pero las más de las ocasiones, sus noches las preside un escenario apocalíptico en el que observa bolas de fuego caer y a Jesucristo montado en una nube, con la cruz apoyada en un hombro, juzgando a la gente que aterrada, cae de rodillas ante Él.
“¿Tú qué crees que quiera decir eso?” me pregunta. No le digo nada, pero creo que su pesadilla tiene que ver con la intensidad de su culpa y la falta de variedad en sus lecturas.
Mónica mira hacia el pasillo, más allá de las pilas de polvos mágicos, perfumes consagrados y jabones; de huevo de gallina negra, para limpiar el aura, de la chuparrosa, para el amor. La cajita del jabón del jorobado trae impresas unas hojas de marihuana al reverso, según esto, si te bañas con él –con el jabón, no con el jorobado- tendrás armonía de espíritu y autoestima. No es que no supiera que esto no sirve, pero al saber que no hay ninguna intención detrás de la factura de estos productos, nada más que un terrible vacío de aguas pintadas y bicarbonato de sodio teñido y cerrado con grapas, ningún deseo de verdad de ayudar, atisbo brevemente la desesperanza de Mónica a través de mi propia desilusión. Nos miramos. Las dos tenemos la cara brillante por el sudor.
“¿Tienes más clientes últimamente? “- “Si, la desesperación hace que la gente venga más. He notado mayor afluencia ahora. El amor se está enfriando. No sé en qué mundo acabaremos. La desesperación los trae hasta aquí”
“Esto es una pecera llena de tiburones”-agrega refiriéndose a sus compañeros- “Todos esperando que caiga un incauto. Aquí no hay brujos buenos, todo es una mentira. Todos buscan sacarte el mayor beneficio. Aquí nada te dará resultados porque a nadie le importas. Esto sólo funciona por medio de certezas y aquí nadie la tiene. No puedes confiar en nadie en este lugar. La que dice que es tu amiga intentará sacarte algo para fregarte. Ya no quiero sentir que tuerzo las leyes de Dios.” y apostilla, muy bíblicamente: “Es una cueva de serpientes”.
Mónica tiene la certeza de quererse marchar de aquí. Pero sé que necesitará ayuda. No puedo atinarle a lo que le depara el destino, pero lo que sí puedo hacer es pedir por ella. Me siento triste, decepcionada por su opresiva realidad. No veo por dónde puede empezar a salir del segundo piso del Corona. Su estrecho puesto, desde donde lo veas, parece una jaula. Llegué aquí creyendo que me enteraría que su oficio le gustaba. Pero nuestra entrevista se convirtió en una suerte de confesión de una mujer desesperada por sus circunstancias.
Le digo que no se preocupe demasiado, que a la gente trabajadora terminan por pasarle cosas buenas al final, y que tal vez, en unos meses, si vuelvo por el mercado ya no la encuentre porque se está dedicando a algo más. Sonríe con ironía, como si yo no fuera incapaz de comprender nada, tal vez es verdad. Y añade: “Eso, o aquí me tendrás en esta mediocridad».
Kamui Shirou tiene 15 años, unos hombritos enclenques y ojos enormes, líquidos, como de cervato. Ignora quién es su padre. Su madre sufrió una trágica muerte, pereció envuelta en las llamas del incendio que abrasó su casa en Okinawa, justo después de haber recibido una misteriosa llamada telefónica. El atormentado joven regresa a Tokio obedeciendo las últimas palabras que su madre le susurrara mientras el fuego aún no le había achicharrado la garganta y fundido la piel de los labios: «Kamui, ve a Tokio, tu destino te aguarda ahí».
En Tokio viven los únicos amigos de la vida de Kamui: los hermanos Fuuma y Kotori Monou. La progenitora de éstos estaba perdidamente enamorada de la madre de Kamui desde que se conocieran en la preparatoria. Y es el violento fallecimiento de Saya Monou lo que empuja a Tooru Magami -la madre de Kamui- a dejar la capital nipona para instalarse el remoto archipiélago del sur del país.
Hasta aquí las cosas ya parecen algo complicadas, ¿verdad?, y eso que ni siquiera hemos comenzado a describir del todo la trama del manga llamado X en Japón, o X/1999 en el resto del mundo. Las autoras son el cuarteto de mangakas conocido como CLAMP. Está siendo publicado en español, -con una pésima calidad en la impresión- por el Grupo Editorial Vid.
X es la llamada obra maestra de estas autoras. Entre sus otras obras se encuentran series como Guerreras Mágicas y Sakura Card Captor. En el callejón adoramos a las CLAMP. Su obra fué nuestro primer amor cuando creíamos que seríamos otakus. Pero X, -con todo y su magnificiencia- no es nuestro manga preferido del cuarteto. De ese ya hablaremos en otro post.
Kamui Shirou también es un tipo bastante indeciso. Característica que no le viene nada bien cuando de la dirección que tomen sus afectos depende el destino del género humano. Shirou maneja poderes síquicos extraordinarios. Uno de los kanjis que componen su nombre significa «Dios», y eso no es ninguna coincidencia. Todo lo cual nos lleva a hacer elucubraciones acerca de la identidad de su padre. Aunque después de 18 tomos, no creo que las CLAMP nos lo vayan a decir. Nos nos quedará sino hacer conjeturas, como en sus anteriores trabajos.
En todo este brete de la batalla por aclarar en qué acabará la raza humana, existen dos bandos: los Dragones de la Tierra y los Dragones del Cielo. Los primeros desean una purificación del planeta mediante el exterminio de los tóxicos homo sapiens. Los segundos desean preservar el status quo. Ambos lados se disputan a Kamui e intentan convencerlo para que una su magnífica fuerza a su causa. Eventualmente, Kamui descubre que ama a sus amigos de la infancia, y, en una escena que deriva en la secuencia más sangrienta que yo jamás haya visto en un manga, decide ser un Dragón del Cielo y combatir por preservar un mundo en el que sus seres queridos puedan vivir felices.
CLAMP tiene publicando X desde 1993. Se supone que el mundo finalizaría en 1999. Ya llegaron algo tarde. La serie quedó en pausa desde el 2003. Alcanzaron los 18 tomos. La obra, según sus autoras, alcanzará los 21 libros. Uno por cada arcano del tarot. Cuando la obra alcanzó el alto total se rumoreó que la dibujante principal del grupo sufría una depresión crónica. Más tarde se supo que, debido a los incindentes trágicos que venían azotando a Japón (el terremoto de Kobe, el asesinato de Sasebo) el cuarteto y la editorial Kadokawa Shoten decidieron ponerlo en pausa por tiempo indefinido dado la extrema violencia del manga y para respetar la sensibilidad del público. Las autoras no deseaban «dulcificar» la historia, a cuyo final se aproxima y promete ponerse más violento que nunca.
La serie ha sido adaptada en una película que vió la luz en 1996 y que llevó el mismo nombre. También fué llevada a la pantalla chica en el 2001 en una serie de 24 capítulos llamada X TV. La película tiene una excelente factura visual, -el guión es atropellado y confuso- su banda sonora es estremecedora -de la autoría de Yasuaki Shimizu– y el tristísimo tema «Forever Love» de X Japan suena al rodar los créditos finales. La serie en su versión televisiva toma rumbos diferentes al manga, aventurándose a ponerle punto final a los destinos de todos los personajes. Destino que, segura estoy, las CLAMP variarán en todo al terminar el manga.
Les recomiendo ampliamente este manga, el arte de las CLAMP es espectacular; la dibujante Mokona Apapa logra imprimirle un aire sofisticado, de elegantes detalles y una fluidez de seda al tradicional estilo ojón del manga. La guionista Nanase Ohkawa teje cuidadosamente a cada uno de sus personajes, adentrándonos con un ritmo exquisito a sus psiques y por ende, sus motivos. Ninguno de los implicados en la Batalla Final tiene razones simples para estar parado donde lo está y para actuar como lo hace. Lamentamos las muertes cuando se van dando. Y tampoco deseamos que el día señalado llegue. Porque ese día terminará X y su prolongado fin de los tiempos.
Estoy forcejeando por acomodarme en la cama. Abro la ventana de mi cuarto para que las torres del Expiatorio sean visibles desde esta habitación una última vez. Esta es la última noche que las miro desde esta cama, desde esta casa, a esta hora. Vengo de hacerla de boletera en un evento de mi hermana. Conocí a dos chicas más jóvenes que yo que ya son madres. Me invitaron a seguirla al Bebotero. Me negué. Tengo tantas cosas que empezar a hacer en unas horas. Escribir medianamente bien es una de ellas. Me bañé por última vez en la llamada Mansión Belga. Escuché una canción que me trae recuerdos de cosas que nunca pasaron en la voz de mi hermana. Qué distinto era todo hace un año. Lolo maulla pidiendo quien sabe qué. Sigo corrigiendo mil faltas al escribir en este teclado. Macphisto, mi fiel compac, tiene un año conmigo, pensé que nunca me acostumbraría a una laptop. Pero lo logré. Verdaderamente no puedo creer que ya pasó un año completo desde el 2009. Se siente como si hubieran transcurrido añales. Asi de distinta me siento. Es como si de pronto me hubiera convertido en una consumada vendedora de sanguijuelas. Sin que nada de lo viejo me detuviera.
Las voy a extrañar, torres del Expiatorio, extrañaré su luz azul de neón, sus campanadas cada 15 minutos, el letrero de Bélgica que también se veía desde mi cuarto, la señal roja de alto, la flecha que apuntaba hacia el mercado. Suenan las 3 am. Nadie está de más. Extrañaré las charlas hasta las 2 am con Mich, el rumor de la calle, la vía recreactiva los domingos, la cercanía con tantos amigos que viven por la zona, mis pininos con la bici, ser cuentacuentos, la comida del mercado, las visitas de los amigos, tantas llegadas al filo de la madrugada; intoxicada de alcohol y de mal de amores. Todo ello ha terminado. Mis mañanas interminables de falta de concentración, las larguísimas llamadas telefónicas, la lavadora rota y el gato panzón.
Este momento que intento describir desesperadamente se ha ido ya para siempre.
Hace mas o menos un año escribí aquí un post acerca de mudarse a Bélgica. Mi amiga Michelle y yo nos independizamos y vivimos por un año en este barrio -en este momento de súper moda- llamado Colonia Americana. Hoy estoy metiendo todas mis cosas en cajas. Mañana me voy de Bélgica. Michelle y yo tomamos caminos separados. Nuestro camino juntas termina hoy como roomies. Pero estoy bien segura de que nos acordaremos de este año dentro de muchas décadas, ya siendo viejecillas, y nos carcajearemos de buen grado, y reviviremos todo dentro de la densidad de nuestros recuerdos. Cuando estemos arrugadas y se nos halla cascado la voz (doy por sentado que ambas tendremos vidas largas) ya habrá muerto Lolo, el gatito de seis meses que adoptamos a finales de mayo y que ahora está ronroneando pegado a mi pierna mientras tecleo esto. Ahorita mismo Mich está en la sala editando fotos. El tráfico pita allá afuera. La vida sigue pasando. Anoche cené delicioso en la mejor compañía. Quisiera que el tiempo no pasara. A veces. Aprendí hace casi un año a andar en bici. Babel se va comigo a mi nuevo hogar. Lolo también. Hace un año tenía el corazón roto, haber salido de esta manera de la casa paterna me llevó a cometer una cadena de valiosísimos errores. De todos salí bien librada. Creo que es verdad lo que decía mi mamá: que siempre me veía a través de un agujerito. Alguien debió estarme viendo y cuidando todo este tiempo. Hoy será mi última noche en la Mansión Belga. Mañana dejará de serlo. Al filo de las 2 pm. El año dos de la independencia empieza en unas horas.
Y pensar que en diciembre me aterraban los días aguardando ser llenados del 2010. Hoy estoy emocionada. Ayer me llamaron dos de mis amigas más cercanas mientras pintaban, fué una conferencia tripartita. Me hizo sentirme feliz.
La vida es de ratitos, dice mi papá. Que este ratito dure mucho.
«Here is a song from The Wrong Side of Town, where i am bound to the ground, by the loneliest sound; and it pounds from within and its pinning me down…»
-Primera estrofa de «Home» de Depeche Mode
Circula ya por ahí el nuevo número de la revista KY. Aquí en el Callejón estamos bien contentitos porque hicimos la portada.
De izquierda a derecha, las mujeres bajo los paraguas son: Selma, Saskia, Lavinia y Klodia.
La historia de Selma Lúnula, la regordeta vendedora de chucherías en lo alto de un puente peatonal, vió la luz como una serie de dibujo y gráfica en el 2005. En los muros de La Selva Café.
Selma descubre a los «sin-paraguas», niños que viven siempre húmedos, sin techo ni lugar donde guarecerse. La mujer de los pies como empanadas encuentra el Botadero de Paraguas, donde a la luz de los relámpagos mira cientos de paraguas rotos. Selma los repara con infinita paciencia, esperando lograr que uno de los «sin-paraguas» se vaya a vivir con ella, desgraciadamente, el niño rompe el flamante paraguas sobre sus rodillas. Luego les cuento porqué.
Saskia Lumosi ha andado por ahí desde el 2006, donde la primera parte de su historia colgó de los muros de la ahora extinta galería Casa de Ensueños. El año pasado la insolente y aventurera niña del vestido rojo se aventuró al metro abisal en una serie que estuvo expuesta en la Galería de la Estación Juárez del Tren Ligero.
La cantante del espíritu fragmentado en decenas de aves, Lavinia Borromeo, ocupó con su historia la segunda planta de Casa de Ensueños en 2006. Lavinia solía ser un fantasma, por lo que detesta absolutamente todo lo intangible y lo abstracto. Su voz es rasposa, sensual. Camina por el escenario del «Tiatro» con su micrófono cromado, arrastrando su vestido rosa por el entarimado, sedienta de atención y aplausos. Un poco más tarde, Lavinia abandonaría el recinto donde creía provocar llenos totales, cantaría en los tejados, se rompería un pie y conocería a la Vacia-corazones del cuarto piso, a Klodia Columbario.
La señorita Columbario tiene carrera larga. Primero estuvo con su aguda presencia en en el Centro de Arte Audiovisual en el 2003, luego en el desaparecido Fleurs Du Mort en el mismo año. Klodia es una chica tuerta con una habilidad muy especial: es la primera mujer del mundo que lleva a cabo «emociontomías», abre con su cuchillo de cocina los corazones atribulados de sus pacientes y extirpa sentimientos estancados. Un día encuentra una flor moribunda en la calle y ese hallazgo le cambia la vida. Klodia y Lavinia se conocieron después. La historia de la génesis de su amistad fue expuesta en el 2006, en la Casa de la Palabra y las Imágenes.
Estas son sólo cuatro de las mujeres que habitan en El Lado Equivocado de la Ciudad. No me cabían más en la portada, falta Mirna, la costurera muda que cubrió la ciudad con su vestido, Los Perseguidores en su travesía al Gran Mar, los hermanitos Nadir y Cenit, el ermitaño con fobia a los teléfonos: Siax Lanke, la boleadora de zapatos Errut Trastabire, y la pequeña Anja Epitwee, quien buscando un objeto perdido descubre a un maravilloso perro-paraguas.
Y no he mencionado a los gourmets, ¡y lo que viene!
Ojo atento al Lado Equivocado de la Ciudad. Ojo a las historias que transcurren en la calle.
9 am. Parque del Refugio. Babel y yo esperamos la aparición de mi amiga Gloria. Anoche llovió a cántaros. Para mi regocijo, hay muchos charcos. Circulo sobre ellos a gran velocidad. Me encanta ver como salpica el agua alrededor de las ruedas, mirar las gotas subir por sus estrías de caucho (Babel es mi bici). Los personajes del carrusel del parque lucen como si hubieran dado una gran carrera: las gotitas de roció de la mañana húmeda los hacen verse sudados. Algunos tienen gestos francamente siniestros.
A las 9:10 me empiezo a desesperar -soy una ñoña de a puntualidad- hago una llamada a Gloria desde un teléfono público de monedas. Cinco pesos por la llamada a celular. Gloria dice que ya viene en camino. Cuelgo y me pongo a dar más vueltas sobre Babel, describo ochos y líneas onduladas, le doy la vuelta las jardineras, esquivo a los peatones, un señor pasa pedaleando y jalando un carrito de basura. «Le juego unas carreritas, señorita» me dice.
A las 9:20 llega Gloria, no viene sola. También nos acompañará Liz, su roomie. Ellas vienen a pata. Me bajo de Babel y nos dirigimos hacia arriba por Federalismo hacia nuestro fabuloso destino: el Tianguis de Mezquitán.
Finalmente lo diviso, pasando las florerías que quedan justo enfrente del panteón, empiezan a perfilarse puestos y más puestos de ropa de segunda mano. Mis ojos peinan las prendas desde lejos. Creo ver algunas cosas muy bonitas. No puedo esperar a encadenar a Babel y lanzarme a buscar, a hacer de un tesoro la basura de otra mujer. Liz nos sugiere un puesto al que ella siempre va, la seguimos después de que yo resulto incapaz de dejar a mi bici sola.
La montaña de ropa de a 5 pesos luce impenetrable. A primera vista no parece que haya nada que valga la pena, son demasiados los calzones usados como para acabarme de convencer de escudriñar esas telas con historias que adivino tenebrosas. Los colores lucen desvaídos y la ropa se ve chiclosa de tan arrugada. Me desanimo un poco mientras Liz y Gloria ya están descartando como verdaderas profesionales. Yo intento hacer lo propio sin despegar un ojo de Babel. Me sorprende encontrar marcas como Victoria Secret o Tommy Hillfiger. Hay algunas piezas que aún exhiben la etiqueta con el precio. En dólares. Poco a poco el tianguis se va llenando y el forcejeo, las miradas de pistola, los humores y los pisotones no se hacen esperar. Cambiamos de puesto después de que yo lanzo varias miradas lastimeras a los demás tendidos, además de hacerles notar a mis compañeras a-la-caza-de-un-estilo-bonito-y-baratísimo que no han hallado nada.
En la segunda pila hay mejor suerte: la pieza sale a 15 pesos, eso, según Liz, «garantiza» la mejor calidad de todo. Tiene razón. Yo encuentro unas medias verdes – ¡y nuevas!- casi enseguida, otros dos pares listados en pocos minutos. Una corbata roja. Estoy emocionada. Mis compañeras también han encontrado tesoros. Las oigo hablar de cómo modificarán sus piezas. A mí no me interesa cambiarles nada. Sólo espero llegar a mi casa para ponerlas 48 horas en remojo y quitarles la tierra y los ácaros venidos de la epidermis de quién sabe quién.
Casi hemos terminado. Gloria se muere de hambre. Hay un puesto de tacos de barbacoa en medio de tanto fashionista. Ellas van mientras yo le echo ojo a otros puestos: los hay de 30, 40 y hasta 60 pesos la prenda. Incluso hay ropa nueva que se ve completamente fuera de lugar con sus 190 pesos en la etiqueta. Volvemos al primer puesto. Sorprendentemente, la pila luce picoteada, escogida. Liz encuentra un short ochenterísimo. Se lo coloca sobre las caderas y se lamenta que no sea una falda.
El Tiangus de Mezquitán. Un lugar para la paciencia, el ahorro, la búsqueda y los trapos lindos. Arrímense todos los martes de 9am a 3pm. Por Federalismo justo frente a la puerta del Panteón del mismo nombre. La estación de Tren Ligero adivínela usted.
Gloria, yo y Liz volvemos, caminando por Federalismo. Esta última no para de rascarse los brazos. Dice que siempre le sucede cuando viene a Mezqui. Siente que se le han subido mil bichos. La tranquilizo diciéndole que las pulgas se ven a simple vista.
Nuestras bolsas no dicen Zara ni Bershka. Son negras como de basura. Contienen tesoros reciclados.
Esa gentecita ojona y de ademanes tímidos. De caras serias y lenguaje corporal cortado. Con voces suaves y encantadoras. No rompen un plato pero esconden tras el trastero pedacera de porcelana a montones. Uno confía en ellos, en sus ademanes tembleques, en su aparente inofensividad, en su aire de «yo sería incapaz de…» y luego se entera uno de lo que hacen por los rincones, de lo que desarman, de sus amores perniciosos o francamente prohibidos, de las traiciones ocultas en los rincones -como la pobre muñeca fea-, del veneno vertido a nuestras espaldas, de sus movimientos como de ajedrez -oblicuos, nunca frontales- para alcanzar sus macabras o luminosas metas. No hay que dejarse engañar por los mustios, por sus hilos de voz apenas susurrados y sus miradas luminosas como foquitos de 60 watts, o por esas sonrisillas de sorprendente factura -nos encantan-. Uno siempre sabe, aunque sea en un nivel inconsciente, que algo no está del todo bien con estos personajes. Escuchen su intuición. No escuchen los cantos de sirenas que estás personas emiten, buscando un incauto al cual embaucar. Los mustios también saben -y muy bien- qué tipo de persona es más fácil de enternecer o enganchar con su encanto como de piso recién trapeado con Pinol. Verán cómo se sorprenten con lo que ocultan los mustios.
Un ojo al gato, y otro al mustiecito-de-todos-los-días.
Son las tres y apenas me voy a sentar frente al caballete. Hoy creí que mi mañana sería corta y eficiente. Pero no. Fuí al súper, luego al mercado, después al banco -donde por quedarme a haer un trámite que me ahorraría las anualidades de las tarjetas (sí, leyeron bien, tarjetas en plural) me entetuvieron muchísismo tiempo-, luego al centro a comprar laca para proteger dibujo y al último al fiel Oxxo por lechita. Me llevé una bolsita negra con ruedas que me regaló mi mamá, ella no tuvo empacho en decirme que le había costado 14 pesos en un tianguis. La bolsilla jaló bien, hasta que creo que la cargué con demasiado peso y las pobres rueditas se iban pandeando. También me quemé la palma de la mano por la fricción del asa de poliéster. Bien fresa yo. Se me olvidó robar algo de tierrita para un vasito donde pondré los hijitos de mi suculenta. Al ratón creo que saldré a efectuar el terrenal hurto.
Ayer tuve un momento «ratatouille» mi mamá preparó un pollo como hace décadas no lo hacía. Lo probé y recordé mis ocho años a la mesa. La comida me catapultó al pasado. Cuando era igual de preocupona que ahorita. Y hablando de gente aprensiva, hoy al espejo me arranqué un montonal de canas: gruesas, rígidas como pelos de elote. ¿Será el inicio del viejazo?
Hoy también compré medio kilo de huevos -blanquillos- se me rompieron dos en la bolsa. Lo bueno es que pude rescatar las yemas para pintar. Han de saber que ahora estoy trabajando al temple.
Y la carnita la puse por raciones en bolsas ziploc. A casi un año de volar sola por fin aprendí cómo no congelar a lo menso.
Pues no postié nada en julio. Fué un mes algo difícil un poquito masomenos. Tuve una crisis creativa y otra de salud. Al mismo tiempo. Era una tosedera épica de esas de dar miedo junto con mocos y toda demás parafernalia. Además una mañana me encontró con los ojos sellados de conjuntivitis. Me asusté. El doctor dijo que era sinusitis. El remedio: una inyección y ronda de antivirales. Luego la visita a un homéopata que es como un sacerdote. Ahora, las gotas tres veces al día. Mandé a mi terapeuta al cuerno, arreglé un asunto de una expo, tuve un agarre terrible con una técnica nueva, y al final llegó agosto y todo se está enderezando. Este mes la portada de la revista KY es mía. No se la pierdan. Lolo -el gatoperro- tiene ya más de un mes conmigo. La Mansión Belga toca su final. Un año complicado se está terminando. Quién sabe que sucederá. Y con los meses me voy sintiendo más cómoda con mi condición de mujer soltera en ciudad grande. Más convencida de no aceptar jamás de nuevo una situación ambigua y dolorosa. Ando por el mercado con la sensación de estar escarbando en la basura. Quien sabe y pronto encontraré un tesoro. Por lo pronto hoy hay comida vegetariana y buenos amigos.
«Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran»
– José Saramago
El próximo mes de agosto encontrará a 13 personas ciegas dentro del recinto de la Casa Simón Bolívar (Simón Bolívar 194, entre La Paz y López Cotilla) tomando el primer taller de creación litearia para ciegos «Luz sobre la luz».
Los trece escritores sensoriales serán guiados por el narrador Mario Bellatin en una aventura por la expresión en el lenguaje escrito.
Trece es un número fuerte. Cabalístico. El arcano trece es representado por la muerte en el tarot. Y es que la promotora Gloria Pérez tiene como uno de sus objetivos a lograr en este taller la confrontación de los alumnos con sus propias barreras internas. E incluso aunque el mismo Jorge Luis Borges escribió desde la ceguera, lograr la muerte del prejuicio de que la producción y el disfrute de la literatura es únicamente del dominio de la gente que posee el sentido de la vista es aún una meta lejana.
Aunque cada vez menos.
Este taller es el tercero de los que Pérez ha coordinado como parte de un revolucionario proyecto para ofrecer productos culturales a las personas invidentes. Se deriva del diagnóstico que la promotora realizó acerca de la oferta cultural para ciegos en el estado de Jalisco. A partir de los desalentadores resultados es que estas propuestas han estado llevándose a cabo para paliar el rezago en el que se encuentra este público. No sólo se trata de que se asuman capaces de crear, sino de que conozcan sus derechos a acceder a la cultura y a exigir que los espacios los reciban de una manera respetuosa, informada y adecuada.
Los resultados de los anteriores talleres impartidos: fotografía y pintura, dieron resultados tan sorprendentes como extraordinarios. Rompiendo paradigmas y dejando al descubierto lo segregacionista que resulta el mote de «visuales» que siempre ha acompañado a estas artes.
Mario Bellatin es director de la Escuela Dinámica de Escritores de la Ciudad de México. En sus talleres, Bellatin enfatiza los lazos que comparten todas las artes. Y para él, el escritor no debe escribir para la escuela, sino para crear. El autor incluso se encuentra estudiando Braille para estar aún más sensiblizado a la realidad de sus talleristas ciegos.
Si usted o alguien que conoce está interesado, los requisitos son sólo dos: tener ceguera total y comprometerse a asistir a todas las sesiones puntualmente. El taller es gratuito y está dirigido a jóvenes y adultos. Tendrá lugar desde el 16 al 20 de agosto de 16 a 20 horas. Lo único que debe hacer es ponerse en contacto con Gloria Pérez en el correo gloriaperezp@hotmail.com proporcionando sus datos generales, y a continuación se le enviará un cuestionario.
«El hecho central de mi vida ha sido la existencia de las palabras y la posibilidad de entretejer y transformar las palabras en poesía» -Jorge Luis Borges
«La poesía -manifestó [Borges] alguna vez tiene una entrañable amistad con la ceguera» -Roberto Alifano
Desde la infancia adoré -y también fuí traumatizada, cómo no- por esos dibujos animados japoneses llamados anime. Aquí en el callejón hemos coleccionado manga desde el 1997. Sin haber llegado jamás a ser otakus, hemos disfrutado inmensamente de las vertiginosas líneas, las sangrientas tramas y los carismáticos personajes que nos brinda lo mejor del cómic nipón. Hoy les hablaré de uno de mis animes favoritos. Salió en el mismo año en el que alegre e ingenuamente aprendía a hacer monos en una apestosilla cochera en avenida Vallarta: 1998. Y el manga en el que está basado vió la luz en Japón en 1995. O sea que ya llovió. Pero la película salió apenas este año, 2010.
Trigun fué parido por las manos y la mente del señor Yasuhiro Nightow. La historia nos lleva a cientos de años en el futuro. La raza humana ha tenido que abandonar la Tierra para colonizar otros planetas. El mundo desértico de Gunsmoke provee la atmósfera a los personajes que han de encontrarse para hacernos reír y llorar a lo largo de 26 capítulos.
Trigun tiene todo el aspecto de un western espacial con elementos de steampunk y ciencia ficción. En Gunsmoke hay enormes barcos-cruceros que se desplazan a lo largo de la arena, propulsados por motores de vapor. La gente porta rifles y viste muy a la Clint Eastwood en filmes como Unforgiven o The good, the bad, and the ugly. Los pueblos tienen nombre de meses del año, el agua escasea, y también hay compañías de seguros.
Es en este mundo en pañales donde circula la terrible leyenda del legendario pistolero Vash «La Estampida», también conocido como «El huracán humano». Este tipo alto, de apariencia indefinida -la gente nunca sabe a ciencia qué clase de rostro tiene- siembra el terror ahí por donde va. Ha destruido pueblos -y vidas- enteras, nació con una estrella negra, nadie desea ponérsele enfrente, y sin embargo, para quien logre atraparlo, hay una recompensa de 60 millones de doblondólares (la moneda oficial del planeta).
Sobre la estela de destrucción de este hombre van dos amables señoritas: Meryl Strife y Millie Thompson. Las dos chicas reciben la encomienda de vigilarlo las 24 horas del día para minimizar los daños que ocasiona. La compañía en la que trabajan: Seguros Bernardelli, se encuentra al borde de la quiebra por cubrir los gastos de les ocasionan los actos de este criminal.
Meryl y Millie eventualmente encuentran a Vash, y descubren, con inmensa incredulidad, que este tipo es francamente amable, idealista al extremo de no querer jamás matar a nadie -aunque esto le signifique recibir innumerables heridas-, y que su fama es el resultado de una aciaga cadena de infortunios.
A lo largo de la trama descubrimos las facetas de todos los personajes: al principio Vash es el típico idiota letal, al final es un hombre complejo que esconde tremendas sombras tras la fachada de sus falsas sonrisas. Meryl, la chica ñoña e inflexible, se enamora del pistolero sin sospechar que la diferencia de edades es mucho más profunda de lo que parece. Millie es una chica aguda y sensible debajo de su bobaliconería. Y están, por supuesto, el resto de los personajes que van apareciendo en el camino de estos tres. Uno de mis favoritos es Nicholas Wolfwood, un sexy sacerdote que porta una cruz metálica de su tamaño, en la que «carga todos su pecados». La cruz está repleta de revólveres cargados. Nicholas bromea diciendo que la cruz es tan pesada porque «está llena de misericordia».
Trigun es un anime en el que todos sus personajes están en la búsqueda de la redención. De una u otra manera. A algunos de estos, ésta sólo les llegará con la muerte.
El manga en el que está basada la serie animada consta de 14 volúmenes y ha sido publicada por la editoral Dark Horse en inglés. El manga es mucho más complejo que el anime, hay más personajes, es más violento y también más humorístico. Los dibujos de Nightow no son espectaculares, son más bien un tanto burdos, las proporciones no están muy bien logradas aunque la acción se lee perfectamente. El arte de la serie de TV es mejor, más acabado. El estudio a cargo de la realización fué Madhouse.
Trigun ha gozado de una inmensa popularidad. Vash se ha ido convirtiendo en el forajido preferido de muchos. Hay incluso un video -de excelente factura- en youtube en el que Spike de Cowboy Bebop va detrás de él. Aquí les dejo el link. La serie completa, doblada al español latino, también pueden verla todititita en en mismo sitio.
«El ratón Mickey es el ideal más miserable que jamás haya habido…Las emociones sanas le indican a cualquier joven independiente y muchacha honorable que esa sabandija inmunda, el mayor portador de bacterias en el reino animal, no puede ser un tipo ideal de personaje…¡Fuera la brutalización judía del pueblo! ¡Abajo el ratón Mickey! ¡Usemos la cruz esvástica!»
Artículo periodístico, Alemania, alrededor de 1935
Art Spiegelman tenía alrededor de diez años en 1958. Era una tarde de verano cuando salió a patinar con sus amigos Howie y Steve. Uno de sus patines se desató y cayó al pavimento. Sus amigos, incapaces de esperarlo, se adelantaron burlándose de él. Art, lloroso, volvió a casa y encontró a su padre trabajando en el porche. El padre le preguntó porqué estaba triste. El niño respondió que se había caído y que sus amigos se habían ido sin él. Entonces, Vladek Spiegelman dejó de serruchar y le habló desde su pasado: «¿Amigos? ¿tus amigos..? si los encierras juntos en un cuarto, sin comida, una semana entera…¡entonces verás lo que son los amigos!»
En 1978, Art Spiegelman volvió a ver a su padre después de una ausencia de dos años. Y, libreta en mano al principio, con grabadora después, logró que su padre, judío polaco sobreviviente del Holocausto, le contase toda su historia. El resultado de la profunda investigación de Art dió como resultado esa obra del cómic ganadora del premio Pulitzer en 1992: Maus.
Spiegelman nos lleva, viñeta a viñeta, en un viaje por la historia, las vidas cotidianas, los sentimientos, las pasiones, las dedichas y las luchas de su padre, su madre, Anja Zylberberg -quien se suicidó en 1968- y sus respectivas familias.
El dibujante nos muestra a su padre con una honestidad tan arriesgada como valiente: Vladek Spiegelman es al mismo tiempo un hombre brillante, encantador y lleno de recursos en la Polonia ocupada por los nazis como un tacaño intransigente, manipulador e insensible que pasa el tiempo quejándose, -entre muchas otras cosas- de que su segunda esposa sólo está con él por su dinero.
Art tampoco vacila en mostrarnos su inmensa culpa y el conflicto emocional que le trajo dibujar Maus. Llega a aparecer en varias viñetas hablando de esto con su terapeuta, otro judío polaco sobreviviente del Holocausto.
Y la genialidad de Maus no termina en la honestidad de la historia y la vulnerabilidad que el artista nos deja de manifiesto, no termina en la fluidez con que la historia se lee panel tras panel al punto de que se convierte en una obra que simplemente no puedes soltar hasta acabarla. La palabra alemana «Maus» que quiere decir «ratón», es una clave de ese otro mensaje que el historietista maneja: a lo largo de los dos tomos, Spiegelman representa a los judíos como ratones, a los alemanes como gatos, a los polacos como cerdos, a los franceses como ranas, y así, varias nacionalidades son dibujadas con las fisionomías de distintos animales.
Muchos se han preguntado porqué el dibujante eligió cada animal, creo que cada lector tiene su teoría. Los ratones son seres sobrevivientes por naturaleza, elusivos, escurridizos y resistentes, tal vez son cualidades que el artista vió en su propio pueblo. Y los gatos, bueno, desde siempre han perseguido a los ratones, creo que es la razón más sencilla por la que eligió dibujar a los alemanes como felinos. Yo le agradezco a Art que haya usado animales antropomorfos. Pude saber a qué nacionalidad pertenecía cada personaje. Si los hubiera dibujado de manera realista, simplemente no los hubiera podido distinguir. Desde mi perspectiva latinoamericana, observo muy pocas diferencias -en la apariencia física- entre los europeos occidentales.
Y estos animales, con las austeras líneas que los describen, con la sencillez del trazo que los concibió, con sólo las cejas y los puntos negros de los ojos para transmitir sentimientos, logran estremecer al lector. Cuando el ratón llora, queremos llorar con él, cuando ríe, sonreímos, cuando lo separan de su familia, se nos hace un nudo en la garganta.
Cuando Vladek encuentra a Anja, -el amor de su vida- al final de la guerra, y ambos se funden en un abrazo, el panel apenas puede contener tanta emoción. En ese momento creemos que los finales felices de verdad existen. Pero los fantasmas del racismo y del fascismo se manifiestan, incluso, en los mismos sobrevivientes de esta tragedia: en el segundo tomo de Maus, Vladek pone de relieve su intenso desagrado por los negros cuando su nuera Francoise le da aventón a un tipo que pide raid a la vera de la carretera, y cuando éste se baja, expresa su alivio al comprobar que el negro no se robó las bolsas del mandado que traían en los asientos traseros del auto.
Aquí entra una pregunta que tal vez Art Spiegelman no pretendía que nos hiciéramos pero que sin embargo se transluce: ¿si en el corazón de un sobreviviente de la brutalidad de Auschwitz sigue latiendo el racismo, -del que ellos mismos fueron víctimas- entonces qué nos espera?, ¿qué podemos hacer para prevenir otro Holocausto?, ¿y si necesitamos otro aún más grande para entender..?
En 2007 visité Neuengamme, un campo de concentración que se localizaba al norte de Hamburgo. Nuestro guía alemán sostenía que el fascismo está aquí de nuevo, pero más sofisticado, y por lo mismo, más letal.
No nos quedemos callados, hablemos sin miedo, tal como lo hizo Art Spiegelman.
This book is dedicated to Polly Nichols, Annie Chapman, Liz Stride, Kate Eddowes, and Marie Jeannete Kelly. You and your demise: of this things alone we are certain. Goodnight, ladies. – Dedicatoria a las víctimas de Jack el Destripador, de la primera página de la novela gráfica «From Hell»
Desde pequeño, William Gull soñaba con ser elegido para una gran tarea. Una tarea que enzalzara la gloria de Dios en la tierra. Era un niño de curiosidad desbordante, y nada lo detenía en sus pesquisas para encontrar respuestas a sus interrogantes. Destazaba pequeños animales para descubrir los órganos que ocultaban sus peludos vientres, e incluso llegó a abrirle y cerrarle un ojo al cadáver de su padre frente a su doliente madre sin que ésta se diera cuenta. Tal vez sólo quería mirarlo a los ojos una última vez. O quizá ya se translucía la frialdad de su alma. Con el tiempo se convirtió en un médico de renombre en la Inglaterra victoriana. Hombre de éxito y prestigio, se casó no por amor, sino porque el estado del matrimonio le añadía respetabilidad y estatus. En la noche de bodas prácticamente violó a su mujer en medio de la oscuridad.
Fué aceptado en la hermandad masónica. Y nombrado médico de la casa real.
Su sueño comenzó a cristalizarse cuando la Reina Victoria en persona le pidió un enorme favor, un favor que, por supuesto, beneficiaría a todo el Imperio Británico. Gull practica una cirugía cerebral a Annie Crook, una chica internada en un manicomio. Crook solía trabajar como dependiente en una tienda del East End de Londres. Esta chica comete el imperdonable error de casarse en secreto con el príncipe Alberto, y además, tiene una hija con él. William Gull daña su glándula tiroides privándola de la cordura para siempre. De esta manera, la amenaza de escándalo se disipa brevemente, hasta que un grupo de cuatro prostitutas de Whitechapel – amigas de Annie Crook y testigos de su boda con el príncipe- desesperadas por conseguir dinero para comprar su paz a una banda de rufianes que las están amenazando, intentan chantajear a la familia real pidiendo una recompensa a cambio de su silencio.
Es entonces cuando los servicios de Sir William Gull son requeridos de nuevo. Así es como la leyenda de Jack el Destripador, escrita con sangre en las losas de las callejuelas de Whitechapel, también es recreada por dos manos extraordinarias: la de Alan Moore en el guión, y la de Eddie Campbell en el canutero, entregándonos una novela gráfica conmovedora en su brutal representación de estos sucesos en la Inglaterra de finales del siglo XIX.
El nombre de esta obra es «From Hell», la casa editorial es Top Shelf, y consta de 572 páginas en su edición compilada.
Portada de la novela gráfica. La puedes encontrar en Comicastle
La dupla Moore-Campbell no pudo haberlo hecho mejor: la obra es una belleza. El guión de Moore nos adentra en la psique amoral de Gull, nos revela sus motivos, arroja luz en la sombra negra que es el alma de este hombre, transfigurado por la fuerza de su misión. El arte de Campbell nos lleva por las entrañas de ese otro personaje pivotal de la obra: la ciudad de Londres y todo su pasado pagano con sus claves antiguas, sus símbolos, su dolor y su gente.
William Gull rebana la garganta de la desdichada Polly Nichols mientras la hace recitar una alabanza a Ganesha, el dios hindú con quien compara a a Joseph Merrick, el hombre elefante quien en estas viñetas luce el rostro tapado
El barrio donde ocurrieron los crímenes: Whitechapel, era en aquellos aciagos años de fin de siglo un lugar densamente poblado por judíos, y en una estemecedora imagen, Moore propone un paralelismo al inicio de los asesinatos con la concepción de Adolfo Hitler en Austria: Klara y Alois Hitler hacen el amor y justo antes ella tiene una pesadilla: una iglesia desbordada por sangre judía. Adolfo Hitler nació en abril de 1889, lo que ubica su concepción mas o menos en agosto del año anterior: justo cuando se dieron los crímenes.
El guión nos presenta también a muchos personajes de la época: Karl Marx, Joseph Merrick y Oscar Wilde entre ellos. La técnica de Campbell lleva la critica social al terreno de la plástica cuando retrata las jornadas disímiles de Gull y una de sus miserables víctimas: Polly Nichols. Las viñetas que representan la opulenta vida del médico están ejecutadas en tinta con agua, dándole una sensación visual de ensueño y suavidad a la imagen, en contraste; la cruel realidad de la prostituta es delineada con sombras duras, líneas caóticas y quebradas.
Es la prensa amarilla la que bautiza al asesino en su afán de vender más diarios. Scotland Yard, puesta sobre aviso de la misión de William Gull, no levantará un dedo para detener la masacre. El inspector Frederick Abberline, una mera ficha en el tablero de la conspiración e ignorante de la corrupción a la que se enfrenta, investiga los crímenes internándose en ese infierno carente de esperanza llamado Whitechapel, sin saber que lo suyo es una causa perdida.
La misoginia del ambiente no deja de estar latente viñeta a viñeta: a nadie le importan estas muertes, porque por su condición son invisibles, porque ya no son jóvenes, porque son prostitutas, porque son mujeres, nadie las echará de menos.
Tal vez por eso Moore les dedicó la obra.
«I cannot reveal anything except of this: of course, we knew who (the Ripper) was, one of the highest in the land» El inspector Frederick Abberline, citado por Nigel Morland, editor, en The Criminologist, 1979.
Cumplí años hace dos semanas. Y desde el lunes tengo un gatito. Han pasado hartas cosas. A mi cumpleaños vinieron las personas que me interesaban. Por ahí se dejaron caer personas que hubiera deseado no ver pero se abrieron de ipsofacto. A tres semanas del año nuevo hay muchas cosas nuevas. El calorón ha vuelto a recordarme la torridez de la ciudad. Ni siquiera la fresca Mansión mantiene la temperatura a raya y deambulo por ahí toda chiclosa. Tengo hambre pero pensar en comida caliente me deja sin ganas de tragar Por lo pronto hay una perrita tuerta y un gatito que parece test de rorschach.
Estoy a come y come verduritas. Tengo una semana comiéndome una manzana al día. Esto puede sonar muy normal. Pero no para mí. Siempre les he tenido una aversión tremenda a lo comestible del reino vegetal. Soy una carnívora -eso creía- irredenta. Pero la colitis me volvió a agarrar. El sábado definitivamente la reconocí. «Ah…estás de vuelta méndiga»-pensé. La tuve en 2006. Y ha regresado. Debe ser debido al síndrome post-expo que traigo. La aparente resequedad de las ideas. Y el tremendo calor que impera en la ciudad. Hay cosas que me resultan difíciles de digerir en mi vida. Y qué cosa, hace una semana sentí mucha paz. Hoy sigo preparando bastidores. Tengo un tremendo mugrero. Mi cumpleaños está a la vuelta de la esquina y no quisiera seguir con la señorita Itis de visita. Pero ni modo. A fluir. A seguir mis propios consejos. Hoy entrevisté a una chica que lee las cartas en el mercado Corona, tuvimos tan buena química que ya nomás nos faltaba el cafecito caray. Y esta semana debe cambiar la cosa. Pero eso está en mis manos. Qué alivio.
“We are no longer the knights who say Ni! We are now the knights who say ekki-ekki-ekki-pitang-zoom-boing!”-Tal como lo dijeron los Caballeros que antes decían Ni en «Monty Python and the Holy Grail»
Hoy se cumplen 35 años de de que la pelicula «Monty Python and the Holy Grail» o, «Los caballeros de la mesa cuadrada», como fué llamada en Latinoamérica, fuera lanzada en Estados Unidos. Para comemorarlo, más de 60,000 personas han bombardeado con citas proveyentes tanto de las cuatro cintas del genial sexteto de cómicos británicos como de sus sketches televisivos, la red social facebook.
La cinta, lanzada en 1975 y protagonizada por los Monty Python (Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin) está basada -vagamente- en las aventuras que el Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda viven para encontrar el más elusivo, sagrado y venerado objeto de todos los tiempos: el Santo Grial. Si al final de su periplo encuentran la reverenciada pieza de vajilla o no, es algo que no les revelaré aquí por si no la han visto. Lo que cuenta es cómo los ingleses se valen de la leyenda del Rey Arturo para hacer una ácida crítica social de la Inglaterra moderna a través de una puesta en escena medieval absolutamente divertida, inteligente y absurda. La falta de presupuesto es notoria a lo largo de sus 91 minutos de duración -fué rodada en sólo un mes-, pero eso no impidió que se convirtiera en un clásico, y las consecuencias del escaso presupuesto inspiraron algunas de sus escenas más memorables. Un ejemplo de ello es el hecho de que, debido a la imposibilidad de alquilar caballos reales para el film, los caballeros aparecieran en pantalla junto a sus escuderos, que entrechocaban dos cocos entre sí para imitar el sonido de los animales. Esta original idea se convirtió en una de las muchas señas de identidad de la película.
Hay muchos personajes inolvidables, por supuesto, aparte de los caballeros. Mi favorito es el salvaje conejito de Caerbannog -interpretado por la mascota de una buena anciana y un mono barato de peluche embarrado de sangre de utilería-, a quien deben derrotar usando la santa granada de mano de Antioquía -una parodia al Orbe Soberano, pieza fundamental de las joyas de la corona de Inglaterra, presente en todas las coronaciones- no puedo dejar de mencionar a las sensuales chicas que habitan el Castillo Antrhax, sin más ocupación que bordar provocativas piezas de lencería -a donde va a parar Galahad, el casto caballero y luego es «rescatado» por Lancelot– los soldados franceses, los caballeros que dicen Ni, y no podían faltar los villanos por excelencia: la policía.
La cinta tiene un final completamente inesperado pero encaja a la perfección con el grado de delirio y absurdo que alcanza el humor de la película.
Ya no les cuento más, véanla. Y bótense de la risa. No se pierdan las otras cintas de los Python (And now for something completely different, Monty Python´s Life of Brian y Monty Python´s The Meaning of Life) y los sketches del programa de televisión que tuvieron a finales de los sesentas en el Reino Unido: Monty Python´s Flying Circus.
Hace un año, más o menos, reseñaba yo aquí los futuros de varias de mis amigas. El de una de ellas varió por completo y no resultó ser lo que ella tan cuidadosamente planeaba -como suele suceder- el de otra, por el contrario, no se desvió de los derroteros que tan evidentes resultaban hace meses. Ayer se casó. Esta entrada no trata de su boda -la cual fué hermosa, dicho sea de paso- sino de cómo una de las insignes invitadas -yo- decidió refinar aún más su disfraz de mujer para esa noche haciendo cita para corte y peinado en un salón de belleza «alternativo» que queda a pocos pasos de su casa. Siendo una mujer de 3o años en pleno proceso de averiguar exactamente cómo demonios se comporta una fémina de esa edad, me he creado muchas personas, trajes y actitudes diversas que me pongo según las circunstancias. Y la que me fabricaron ayer a base de kilos de laca no me gustó nada. La cita fué al filo de la 1:40 pm, el estilista, un chico gay que no paró de platicar con su ligue -quien lo fué a visitar a la chamba-, acerca de las bondades de un DJ del Mónica´s: un prodigio-según él-del buen gusto al mezclar música electrónica. En esta estética siempre dejo a los artistas de la tijera a su aire, confío en ellos, siempre me han hecho cortes que me gustan. Esta vez fué la excepción a la regla. El peinado resultante fué una suerte de casquete a la pájaro loco cruzado con la novicia voladora. Y el chico queria dejarlo asimétrico. Eso sí no se lo permití. Llegué a mi casa tomando callecitas secundarias, rogándole a dios que nadie me viera. Qué ignominia. Ya en la mansión, me aplaqué la tiesa cresta de guacamaya con un gorrito y dándole pasones con un cepillo. Para eso de las 6 pm, aquello ya se había convertido en algo usable que incluso me gustó. En algo tipo cavernícola-grafilado-chic. Me enfundé mi maravilloso vestidito rojo de gamuza, me parapeté en mis tacones rojos de aguja y me fuí. Me divertí supremamente y también se me caía el trasero del frío atroz que llegó a hacer a las 3 am en aquel salón de eventos al aire libre. El rocío del sereno nos dijo a todos que la fiesta había terminado. Y hoy ya veremos.
El impecable chaleco negro sobre la blanquísima camisa almidonada. El ajustado pantalón oscuro donde los dobleces parecen sombras de carbón. Ni uno solo de sus cabellos rubios iba fuera de lugar al apropiarse del escenario aunque después, al calor de las luces blancas, su peinado se convirtiera en dos sutiles cortinas de pelo claro. La mano elegantemente huesuda sobre el micrófono cromado. La piel transparente sobre los prominentes pómulos. La pose demacrada y andrógina. El duque sobrevivía a base de cocaína, leche y pimientos. Su actitud era nefasta. Cantaba sobre el amor y el fuego mientras exudaba hielo y no dejaba de alimentar sus odios. No ocultaba su desdén por la calidez de las relaciones humanas y sin embargo suplicaba por «una caricia más…»
Este era el Duque Blanco, el último de los personajes -o alter egos– tras el que se parapetó su majestad David Bowie durante 1976 cuando lanzó su álbum Station to Station. Una fachada por la que actuó la amargura y el dolor que había en su vida en ese momento: un matrimonio roto, presiones de dinero, salud quebrantada y un frenético estilo de vida que no le dejaba mas que un vacío terrible.
Fué entonces cuando el cantante huyó a Europa y grabó -en colaboración con Brian Eno– los álbumes «Low», «Heroes» y «Lodger», que llegarían a ser conocidos como la «Trilogía de Berlín».
David Bowie dejó atrás al duque blanco. Quedó como una fotografía a blanco y negro que sigue muy viva en las mentes de muchos. Incluyéndome. También estaba en la mente de alguien que decidió ir más allá: el artista Yoshitaka Amano. Amano resucitó al Duque Blanco en algunas ilustraciones maravillosas, lo pintó deslavado y glamoroso, vestido de Dior, acompañado de su reina, la actual esposa de Bowie: la supermodelo somalí Iman Mohamed. Y aquí no acaba la cosa, Amano le envió algunas ilustraciones al escritor Neil Gaiman, quien, para regocijo de todos, está escribiendo una historia basándose en las imágenes del japonés.
La historia sigue en proceso, según dice Neil Gaiman en su sitio web. No proporciona mayores detalles y todo lo que no sabemos no hace mas que alimentar nuestra espectación. Se llamará «El retorno del delgado duque blanco». Lo único que ha sido publicado hasta ahora salió en V magazine en su número 29 correspondiente al verano de 2004. Aquí en el callejón se nos hace agua la boca de imaginar a Bowie trabajando su alquimia musical para este proyecto. Amano dice que la historia narra la vuelta del Duque a Nueva York, y que debe rescatar a su reina, quien lo ha esperado por mil años. «En la vida real eso nunca sucedería, no lo esperaría tanto» -le dijo Iman al ilustrador con una sonrisa.